Se
había enamorado un león de la hija de un labrador y la pidió en matrimonio.
Y
no podía el labrador decidirse a dar su hija a tan feroz animal, ni negársela
por el temor que le inspiraba.
Entonces
ideó lo siguiente. Como el león no dejaba de insistirle, le dijo que le parecía
digno para ser esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la
siguiente condición: que se arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque
eso era lo que atemorizaba a su hija.
El
león aceptó los sacrificios porque en verdad la amaba.
Una
vez que el león cumplió lo solicitado, cuando volvió a presentarse ya sin sus
poderes, el labrador lleno de desprecio por él, lo despidió sin piedad a
golpes.
Nunca
te fíes demasiado como para despojarte de tus propias defensas, pues fácilmente
serás vencido por los que antes te respetaban.
Fábula
de Esopo
Fuente: www.edyd.com
La
fábula de hoy me recuerda la historia del tristemente célebre juez de Israel,
Sansón. Al igual que el león de la fábula, este héroe sacrificó aquello que era
un don de Dios para bendecir a su nación por un momento de placer y al final,
lo perdió todo.
Bueno,
en el caso de Sansón (a diferencia del león de la fábula), Dios le concedió una
nueva oportunidad de contribuir a la liberación de su nación…aunque a costo de
su propia vida.
¿Por
qué desperdiciar los dones y talentos que Dios nos ha concedido por un disfrute
momentáneo que, a la larga se disipa y nos deja con el sabor amargo de la
desilusión?
Consideremos
lo que hacemos a la luz de los planes de Dios para nuestra vida y atrevámonos a
hacer ajustes. Adelante y que el Señor les bendiga.
Raúl
Irigoyen
No hay comentarios:
Publicar un comentario