Un joven adolescente robó un
libro a uno de sus compañeros de escuela y se lo mostró a su madre. Ella no
solamente se abstuvo de castigarlo, sino más bien lo estimuló. A la siguiente
oportunidad se robó una capa y se la llevó a su madre quien de nuevo lo alabó.
El joven creció y ya adulto fue
robando cada vez cosas de más valor hasta que un día fue capturado en el acto,
y con las manos atadas fue conducido al cadalso para su ejecución pública.
Su madre lo siguió entre la
multitud y se golpeaba violentamente su pecho de tristeza. Al verla el ladrón
dijo: "Deseo decirle algo a mi madre en su oído".
Ella acercó su oído a él, y
éste rápidamente mordió su oreja cortándosela. Su madre le reclamó que era un
hijo desnaturalizado, a lo que él replicó: "¡Ah! Si me hubieras reprendido
en mi primer robo del libro aquel, nunca hubiera llegado a esto y ser condenado
a una ingrata muerte.
Al nuevo árbol se le endereza
tierno para que crezca derecho.
Fábula de Esopo
Fuente: www.edyd.com
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¡Qué terrible es que al buscar
al responsable de las cosas que hoy vivimos, descubrimos que somos nosotros
mismos! Y es que indefectiblemente habremos de cosechar lo que sembramos ya sea
en nuestras propias vidas o en las de quienes nos rodean. La reflexión de hoy
nos permite comprender cómo las pequeñas cosas que hacemos o permitimos hacer
acaban por definir el rumbo de nuestras vidas. En lo que respecta a nuestros
hijos o los de aquellos de personas a las que amamos, estemos dispuestos a
corregirlos... lo que está en juego es su futuro. ¿Será este próspero o lleno
de amarguras? Cada uno de nosotros, si estamos dispuestos a intervenir a favor
de esos muchachos, podrá hacer la diferencia. Adelante y que el Señor les
bendiga.
Raúl Irigoyen
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