Estás a punto de expirar la paradoja, extraes las
astillas que te cautivaron, aquí y allá buscas pretextos ilusorios. Sin darte cuenta que te encuentras
solapado.
Tu tren marchó tantas veces hacia el suplicio, y tus acciones réprobas,
resplandecían. Fuiste testigo de tu burla, de tu tope, viviendo de tu
torbellino, siempre audaz. Hoy no obtener más tu deleite, apaciguas tu
perceptible desnudez, y tu presente prematuro, no va a convalecer.
Ya no hay lugar donde
ocultarse, la ortiga ya se marchitó entre la sal.
Las horas que te están envejeciendo, serán tu fruto precoz. Vagas buscando el espejismo de un error, que al fin termina siempre convenciéndote. Aún no intentas ni persuadir tu paradoja, y lento te crees quemar de frío.
Las horas que te están envejeciendo, serán tu fruto precoz. Vagas buscando el espejismo de un error, que al fin termina siempre convenciéndote. Aún no intentas ni persuadir tu paradoja, y lento te crees quemar de frío.
Ya no hay más hombros para lagrimear, pero tampoco lo
querrías hacer, tu propio juicio sofocó, la tempestad de tu visión. Ya no crees
tus benditas palabras. La espera ya te abandonó (y no vendrá). Tu torpe y sucio
lazo ancestral, es el espejo de tu era.
Este
texto fue creado también en mi etapa de internación, escrito unas semanas antes
de terminar el tratamiento. En el reflejo aquel momento, sin nada con que
exiliarse de la realidad, donde no existen excusas, ni escapes, sólo es la
realidad y el precio de remendar, una vida destrozada.
ANÓNIMO
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