Brillar por su ausencia
El origen de esta
expresión irónica, que se emplea para poner de manifiesto la ausencia de una
persona que en circunstancias lógicas debería estar presente, procede nada
menos que de Tácito. Este historiador latino relata en sus Anales(libro III, capítulo último) los
funerales de Junia y dice lo siguiente: "También falleció Junia, 64 años
después de la batalla de Filipos; era sobrina de Catón, esposa de Cayo Casio y
hermana de Marco Bruto. Entre el vulgo se dijeron muchas cosas acerca de su
testamento, pues habiendo distinguido con sus grandes riquezas a casi todos los
principales de Roma omitió al emperador. Éste no mostró resentimiento ni
prohibió que alabasen a Junia en las rostra y honrasen su entierro con las
solemnidades de costumbre. Delante se llevaron las imágenes de 20 familias muy
ilustres: los Manlios, los Quintios y otros nombres de igual nobleza. Pero
entre todos brillaban Casio y Bruto, por lo mismo que no se veían sus
imágenes." La ausencia de las imágenes de Casio y
Bruto se debía a que habían sido ajusticiados por Octavio, tras la conjura que
acabó con la vida de César. Por tanto, sus estampas fueron borradas de la
exposición pública. Otra hipótesis, defendida por autores
españoles, sitúa el origen de la frase brillar por su ausencia en la inauguración
del Teatro Real de Madrid, el 19 de noviembre de 1850. La noche del estreno
sólo hubo un palco vacío, "que correspondía a una cierta duquesa, cuya
ausencia en tan brillante velada fue más notada que lo hubiese sido su
presencia", según cita el especialista Vicente Vega en su Diccionario de frases célebres.
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