Cuenta la historia que una familia pobre que tenía la
facultad de tomar todas las cosas por su mejor lado, y una mujer rica se
interesó por ayudarlos.
Pero un día, la visitó un vecino de la familia pobre y
le dijo que la estaban embaucando: Los niños de aquella familia siempre comen
cosas deliciosas, lujos que ni yo puedo permitirme - dijo el vecino.
La mujer rica fue a visitar esta familia al mediodía.
Estaba parada junto a la puerta, a punto de llamar, cuando oyó que una de las
niñitas le preguntaba a otra: -¿Te vas a servir asado hoy? -No, creo que comeré
pollo asado -respondió la otra niña-.
Al oír esto, la mujer golpeó la puerta y entró
inmediatamente. Vio a las dos niñas sentadas a la mesa en la que habían unas
pocas rebanadas de pan seco, dos papas frías, un jarro de agua y nada más. A
sus preguntas, contestaron que se hacían de cuenta que su pobre comida era toda
suerte de manjares y el juego hacía que la comida les fuera un verdadero
festín: Usted no sabe lo delicioso que es el pan cuando una lo llama torta de
frutillas. Pero es mucho más rico si lo llamas helado de crema -
dijo la otra niña. La señora rica salió de allí con
una nueva idea de lo que significa el contentamiento. Descubrió que la
felicidad no está en las cosas, sino en los pensamientos.
Acababa de aprender lo que Salomón había dicho tanto
tiempo antes, que "El ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad; pero
perdido el ánimo, ¿quién lo levantará?"
No pidamos que cambie nuestra suerte, pidamos ser
transformados nosotros, y nuestros pensamientos. Entonces, veremos que hay
bendiciones que nos aguardan en la suerte que nos ha correspondido.
Autor: Pablo Enrique Gutierrez Yepez
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