Una vez, un joven estudió violín con un maestro de renombre
mundial. Trabajó arduo durante varios años para perfeccionar su talento y al
fin llegó el día cuando se le pidió que diera su primer importante recital en
público, en la gran ciudad donde vivían ambos, él y su maestro.
Luego de
cada selección que él presentaba con gran habilidad y pasión, el violinista
parecía receloso ante los grandes aplausos que recibía, aun sabiendo que
aquellos en la audiencia eran astutos en la música y no dados a aplaudir
presentación alguna que no fuera de calidad superior. El joven actuaba como si
no pudiera escuchar el aprecio que era derramado sobre él.
En el cierre del último número, los aplausos fueron estruendosos y
se escucharon numerosos Bravos. No obstante, el talentoso joven violinista
tenía sus ojos fijos en un solo lugar. Al fin, cuando un anciano en la primera
fila del balcón sonrió y asintió con su cabeza en señal de aprobación, el joven
se calmó y brilló con alivio y gozo.
¡Su maestro había alabado su trabajo! Los aplausos de miles no
significaron nada hasta que él ganó la aprobación del maestro.
¿A quién intentas agradar hoy? Nunca podrás agradar a todos, pero
sí a Aquel que es más importante, tu Padre Dios. Mantén tus ojos en él y no
fracasarás.
Perdonar quiere decir ceder tu derecho de castigar a otra persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario