El amor es una sensación completamente maravillosa.
Desde el momento en el que descubres que existe una persona con la que quieres
hablar a cada momento (da igual el tema, de repente el tiempo es un tema
interesante si lo hablas con quien quieres), desde que te ves sonriendo a la
nada recordando una situación nada especial que significa mucho simplemente
porque la compartías con ese alguien.
Te empiezas a sentir parte de algo, algo de lo que
eres mitad y entero y de lo cual otra persona es, a su vez, mitad y entero. Hay
alguien que pasa a sustentar tus estados de ánimo y tus planes, ideas, incluso
sueños tienen nuevo protagonista.
La soledad es una de las peores sensaciones que existe
y para la que el hombre no acabará de estar perfectamente preparado, por eso
buscamos una estabilidad. Un brazo que buscar si por la noche tenemos una
pesadilla y una voz que nos tranquilice en nuestro peor momento.
Buscamos salir de la soledad desde que nos empezamos a
encontrar en ella, si perdemos un amigo odiamos no tener un compañero de
aventuras y si perdemos un familiar notamos el espacio tan invulnerable que
puede ser la familia, destruido.
Cualquier cosa que nos aleje de estabilidad, seguridad
y confort proporcionados por esa sensación que nos produce el tener a alguien
ahí nos empuja más a encontrar a nuestra siguiente persona en quien volcarnos.
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