Alguna vez hemos tenido un perro en casa y quizás hemos ignorado lecciones
silenciosas que esos animales nos dan, por ejemplo:
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Nunca pierda la oportunidad de salir de paseo.
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Experimente la sensación del aire fresco y del viento en su rostro por
placer.
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Cuando alguien que ama se aproxima, corra a saludarlo.
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Practique la obediencia.
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Haga saber a los otros cuando están invadiendo su territorio.
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Siempre que pueda duerma una siesta y desperécese al levantarse.
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Corra, salte y juegue a diario.
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Coma con gusto y entusiasmo, pero pare cuando esté satisfecho.
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Sea leal siempre.
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Nunca pretenda ser algo que no es.
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Si lo que desea está enterrado, cave hasta encontrarlo.
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Cuando alguien estuviere pasando un mal día, quédese en silencio,
siéntese próximo a él y, gentilmente, intente agradarlo.
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Cuando llame la atención, deje que alguien lo toque.
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Evite morder cuando apenas un gruñido podría resolverlo.
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En días templados, recuéstese de espaldas sobre la hierba.
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En días calurosos, beba mucha agua y descanse bajo un árbol frondoso.
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Cuando esté feliz, salte y sacuda todo el cuerpo sin inhibiciones.
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No importa cuántas veces lo censuren, no se martirice con culpas que no
tenga y no se ponga mal, corra inmediatamente de vuelta a sus amigos.
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Alégrese con el simple placer de una caminata.
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Aprenda del perro, pero no tenga una vida de perro. Viva como un hijo de
Dios. Dios es tu Padre y tienes que vivir como Hijo del Padre Celestial.
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