La doctora Amanda Whitworth se sentía
frustrada, su auto era el noveno en una fila que subía muy despacio una colina
debido a un camión que iba muy lentamente, y ella estaba apurada. Su
último paciente había necesitado más atención de a requerida normalmente para
los exámenes y se le había hecho tarde para recoger a su hija de la escuela.
Ahora susurraba una oración No volveré a llegar
tarde y como sería la tercera vez que sucedía y la escuela no les permite
tardanzas a sus padres, tendría que hacer arreglos para el cuidado de Allie por
las tardes.
En silencio, Amanda protestaba por la lentitud del
camión. Nadie se atrevía a pasarlo en la larga cuesta, ya que era
imposible ver los autos que venían en dirección contraria. De repente, el
chofer del camión movió su mano indicando que no venía ningún auto de frente.
Mientras Amanda pasaba por el lado del camión,
pensó en que ese hombre era un extraño y nueve personas confiaban sus vidas y
las de sus familias a él.
¡Qué representación tan tremenda de cómo hacemos
todo lo que podemos hacer, y luego debemos confiar hasta el mínimo detalle de
nuestras vidas al cuidado de Dios, que es un amante Padre Celestial!.
¡Y cómo nos consuela saber que Él siempre ve todo
lo que tenemos por delante!
Mi trabajo es preocuparme por lo posible y confiar
a Dios lo imposible.
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