Ahí le aprieta el zapato
La expresión ha sido
sacada de un simpático cuento castellano protagonizado por un cura y un
zapatero. Este último, muy apesadumbrado, fue a visitar al párroco para
contarle que quería separarse de su mujer. En un intento de disuadirlo, el cura
comenzó a relatarle las cualidades de su esposa: "Es bella, es buena
cocinera, es una cristiana modelo... " Entonces, el zapatero mostró sus zapatos
al cura, y le dijo: ¿Qué le parece este par? El párroco respondió: "Me
parecen unos hermosos zapatos, hechos con una piel muy buena y parecen
cómodos". Y el artesano replicó: "Así es, padre, pero usted no puede
saber dónde me aprietan". La frase ha quedado para ser utilizada cuando se
descubre el punto débil de una persona, o algo que le molesta o duele
sobremanera. Un dicho muy parecido a éste es yo sé
dónde me aprieta el zapato y proviene de una anécdota que cuenta Plutarco en
sus Vidas Paralelas. El filósofo griego cuenta que un
patriarca romano tenía por esposa a una hermosa y fiel dama, y, sin embargo, la
repudio. Los amigos, que no daban crédito a la decisión del patriarca,
reprobaron su postura, pero él les contestó lo siguiente: "¿Veis mi
calzado? ¿Habéis visto otro mejor trabajo, ni más elegante? Sin embargo, yo sé
en dónde me lastima el pie".
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