La propina
Amén del uso de los buenos modales quizás sea con la
propina la manera más inmediata y generalizada de manifestar el agradecimiento
por un servicio recibido, gesto que, por lo común, será devuelto por parte de
quien la reciba con un comportamiento servicial y amable en proporción al valor
de la misma.
La propina no
es obligatoria; sin embargo, en la vida diaria se reciben atenciones por parte
de quienes nos atiende que, dejando esa pequeña cantidad dineraria, se
contribuye a que su destinatario se sienta estimulado y en consecuencia se
esmere en su quehacer para agradar y complacer a quien lo recibe.
Hay lugares y
clases de servicios en los que se acostumbra a dar propina y, con su uso, se ha
convertido en una cosa casi obligada, como es el caso de los bares y
restaurantes, especialmente en los de la capital del reino, en los que es muy
común dejar, en atención al buen servicio que nos han dispensado, unas monedas
sueltas en el último plato que nos sirve el camarero con la vuelta y el ticket
de la cuenta.
No se admiten,
e incluso está prohibido, la aceptación de propinas por parte de los
funcionarios públicos, que de ninguna manera debemos ofrecérselas ni ellos
aceptarlas, y menos aún el sobre o maletín, aunque se les ofrezca en momento y
lugar que nadie lo presencie; sin embargo, eso no quita, para que le demos las
más espontáneas y efusivas gracias al eficiente burócrata por su amabilidad,
buen hacer y capacidad resolutiva.
Arcos
de la Frontera
(Cádiz), 27 de octubre de 2012
Salvador Hueso Sañudo
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