Mi Dios hereje
Aunque ellos me maldigan qué me importa
si me bendices Tú, mi Dios hereje;
tu santa diestra mi destino teje
y Tú me enseñas que la vida es corta
y muy larga la muerte. Me conforta
Tu silencio mandándome no ceje
que lanzar a este viento que nos mece
mi voz que a inquietarse les exhorta.
Mientras de mí, Señor, Tú no recabes
que aquel nuestro secreto al fin divulgue
yo de ellos no me quejo, ya lo sabes,
y encuentro natural se me excomulgue;
muy justo es que la Iglesia con las llaves
del Pescador rascándose se espulgue.
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