En esta época soy niño, camino por el borde de la
acera. Soy un crío y tengo un conejo de indias que me sigue a todas partes,
cuando me paro se sienta en mi pie de madera. En el barrio me llaman el chico
del cobaya… Pero además poseo una tortuga y dos periquitos, uno amarillo y
verde y el otro con varios tonos de azul.
Algunas veces compramos peces en las ramblas, pero se
nos mueren muy pronto. Con Chema, el miércoles recogimos cartones y la fortuna
que conseguimos nos alcanzó para pagar dos billetes y entrar en el metro. Qué bien lo pasamos caminando
por los andenes, subiendo a los vagones, bajando en cada estación… Recorrimos
varias veces el mismo trayecto… ¡Y cómo brincamos en las escaleras mecánicas!,
hiendo y viniendo ¡al revés!
Soy endeble, anémico y delgaducho. También tengo asma, inhalo aire… Me cuesta respirar. Por las noches me
ahogo y mi madre me unta el pecho con manteca rancia y lo cubre con periódicos,
no me gusta esa sensación
grasienta pero mamá dice que me hará bien. Ella siempre tiene razón. Me paso la
mitad de la vida en la cama, la otra mitad, vivo en mis sueños
infantiles de dibujos animados. Miro los ratones por la ventana, por las noches
los cristales oscurecen y los murciélagos chocan en ellos.
Leo tebeos, cómics, novelas y cuentos. Realmente leo
todo lo que llega a mis manos.
Tomo mis medicinas y duermo ocultando mis recuerdos tras las cortinas de
puntilla color café con leche y mi paisaje son los tres metros cuadrados de mi
cuarto, observo las longevas paredes, el techo bajo que parece descender poco a
poco, día a día, minuto a minuto. Debajo de la cama viven monstruos verdes que
comen niños enfermos. Las risas de los vecinos son el timón de huida. Pinto y
escribo mis pensamientos en un cuaderno de
tapas duras y hojas cuadriculadas. Lo empiezo así:
“El paso del tiempo define la razón de una búsqueda hacia
la inmortalidad, sino real, sí eternamente creativa, otorgando un legado a
futuras generaciones.” Aquí entre sábanas tengo tanto tiempo para cavilar.
También escucho música en una radio que me regaló mi hermano. Él ya no vive
aquí, pero viene a verme de vez en cuando, y me ha prometido llevarme a ver el
mar cuando me cure. Y me enseñará a nadar… Ojalá sea temprano
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