Una mujer de nombre Mary Ellen, experimentó en cierta ocasión
una gran carga. Se sentía turbada que no podía dormir ni comer, arriesgaba su
salud física y emocional, estaba a punto de una crisis nerviosa. Sin embargo,
pudo reconocer que ella nada podía hacer para cambiar sus circunstancias.
Entonces leyó en una revista la historia de otra mujer llamada
Connie, quien también había experimentado grandes dificultades en su vida. En
el relato, una amiga le preguntó a Connie, cómo pudo soportar la carga de dichos
problemas. Connie respondió: "Llevo mis contrariedades al Señor".
Su amiga le respondió: "Por supuesto, es lo que debemos
hacer".
Entonces Connie continuó diciendo: "Pero no tan solo
debemos llevarlas ante Él. Debemos dejar nuestros problemas con el Señor".
No solo debemos dejar nuestros problemas con el Señor; no
debemos quedarnos con ninguno.
Se cuenta una divertida historia sobre un anciano que juró que
nunca viajaría en avión. Sin embargo, cierto día se presentó una emergencia y
le fue necesario llegar con urgencia a una ciudad lejana. La vía más rápida de
lograrlo era por aire, por supuesto, así que compró el boleto y se embarcó en
su primer viaje de avión.
Conociendo su renuencia a viajar, cuando sus parientes lo
recibieron en el aeropuerto le preguntaron cómo había estado el vuelo, a lo que
el anciano respondió: "Supongo que bien, pero les diré una cosa, en ningún
momento deposité todo mi peso sobre el asiento".
¡El Señor desea que eches todas tus cargas sobre Él y que allí
las dejes! Él anhela que también le entregues el peso completo de tus
problemas. Entonces, podrás continuar tu vida con la plena confianza, de que
Él, cuidará de aquellas cosas que le has encargado.
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