Que cuando
tropiezas, ahí mismo está tu tesoro.
Si podemos aprender de nuestros errores, la vida toma una intensidad
prodigiosa.
El fracaso no impide el éxito, solamente lo difiere. Importa sí, la voluntad de
superarlo con más conciencia de las dificultades, y también de los recursos
disponibles.
Que más allá del mundo de enfrentamientos y opuestos existe unidad en todo. La
separación visible es secundaria, superficial. La verdadera realidad, es la
presencia de Dios en nuestras vidas.
Que si amas lo espiritual no puedes despreciar lo terreno. Mas donde uno
esconde su riqueza, allí mismo guarda su corazón. No plantes las raíces del
árbol de la felicidad en la arena. Estás en el mundo, pero tu esencia no es el
mundo, sino el Señor que te ama.
Que si copias el camino de otro no podrás realizar tu propio potencial. Cada
uno es maravillosamente distinto. Ni una impresión dactilar se repite. No hay
dos tréboles exactamente iguales. Por lo tanto todos debemos expresar nuestro
estilo particular de ser. Hay belleza en eso, en cambio, ninguna gracia existe
en ser serio en serie. Nada hay más saludable que reírse con nosotros.
Que nada es excitante si sabes cuál será el resultado.
Es muy importante el asombro, la capacidad de descubrir, de mirar la realidad
con los ojos de un niño ante un regalo todavía envuelto. Dios nos obsequia
diariamente sorpresas maravillosas, nos falta, muchas veces, la habilidad de
maravillarnos, de jugar a las escondidas con la vida. Nunca, jamás, existió
antes este momento; navega el ahora que Jesús te ayudará a llegar a buen
puerto.
Que nada es seguro si se obedece al llamado de la aventura. El barco en el
puerto está resguardado, pero no navega. Por eso a los fondeaderos, el lugar
donde se protegen a las embarcaciones, se los llama “muertos”.
Que negarse al dolor y a la realidad de la vida es renunciar a ella. Con el
nacimiento comenzamos a morir. Todo objeto tiene su sombra. El pimpollo abre su
belleza aterciopelada para que la rosa sea, y en cada movimiento hacia su
plenitud, declina gradualmente, por fatalismo vegetal, su belleza inicial.
La percepción ordinaria de la rutina fragmenta los hechos. No puede captar la
totalidad de la danza maravillosa de la vida, la forma extraordinaria que
utiliza la vida para orquestar, en una sinfonía imponente, a todos los
instrumentos de expresión musical, aparentemente aislados, que componen su
unidad.
Que no podemos curar al mundo de penas, pero sí vivir en alegría. Cuando
queremos arreglar los problemas del universo que Dios nos ha regalado, estamos
descortezando el árbol que no corresponde. A lo sumo podríamos animarnos a
enderezar nuestras existencias.
El sentido de la vida es el que uno le da, y que mejor si es hacia el Señor.
que si la semilla muere no hay planta. Todo cambio implica una poda, una
ruptura, un nacimiento y una despedida. Es decir, la oportunidad brota del
núcleo de la crisis. Hay que refundarse para no refundirse.
Que hay instantes… días… encuentros… vínculos maravillosos como una perla.
Saber encontrar lo que vale es el secreto del arte de navegar por la vida, hay
que aprender a zambullirse a las profundidades porque no flotan.
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