Se cuenta
que había una vez un escritor que vivía en una tranquila playa, cerca de un
pueblo de pescadores. Todas las mañanas andaba por la orilla del mar para
inspirarse, y por las tardes, se quedaba en casa escribiendo.
Un día caminando por la playa, vio a un joven que se dedicaba a recoger las
estrellas de mar que había en la arena y, una por una, las iba devolviendo al
mar.
-¿Por qué haces esto? -preguntó el escritor.
-¿No se da cuenta? -dijo el joven-. La mar está baja y el sol brilla. Las
estrellas se secarán y morirán si las dejo en la arena.
El joven recogió otra estrella de la arena, la lanzó de retorno al mar, miró al
escritor y le dijo:
-Por lo menos, habrá valido la pena para ESTA estrella.
Aquella noche el escritor no durmió ni consiguió escribir nada. A primera hora
de la mañana se dirigió a la playa, se reunió con el joven y los dos juntos
continuaron devolviendo estrellas de mar al océano.
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