Para labios
atractivos, hable con la voz de la calidez.
Para ojos adorables,
mire lo bueno en la gente.
Para una figura
delgada, comparta su alimento con el hambriento.
Para un cabello
hermoso, deje que un niño o una niña deslicen sus deditos por al menos una vez
al día.
Para una buena
estampa, camine con el conocimiento que nunca camina solo.
La gente aún más que
las cosas, necesitan ser restauradas, revividas, solicitadas y redimidas, nunca
abandone a alguien.
Recuerde que si usted
necesita una mano amiga, la encontrará al final de sus brazos. A medida que
envejezca descubrirá que usted tiene dos manos; una para ayudarse a si misma y
la otra para ayudar a los demás.
La belleza de una
persona no radica en la ropa que usa, la figura que posee o la manera que peina
su cabello. La belleza de una persona debe ser vista mirando a los ojos, porque
ellos son la puerta a su corazón, a su alma, que es el lugar donde el amor
reside.
La belleza de una
persona no está en cara, porque la verdadera belleza se refleja en el alma. Es
el cuidado que amorosamente brinda y la pasión que ella muestra.
La belleza de una
persona crece con el paso de los años.
La belleza del alma la
crea Jesús.
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