Imagina que eres un joven de veintiún años, padre de un niño muy
pequeño y en proceso de divorcio. Toda la vida has crecido en una iglesia, en
la que el divorcio es considerado "un fracaso por el cual orar pero que
debes evitar." Ahora Tú eres un divorciado. Te encuentras en ese sucio
fracaso. Con eso en mente, Horacio programaba una cita para orar con su pastor.
El pastor Hale recibió a Horacio en la puerta de su oficina, con
cálida sonrisa y y un fuerte apretón de manos. Para sorpresa de este, el pastor
no le indico la silla que estaba frente al escritorio para luego instalarse en
en su asiento de cuero y espaldar alto, ubicado en la parte posterior del
mismo. En cambio, se sentó en una silla cómoda y le indicó sentarse en el sofá
adyacente. Este simple hecho de sentarse eliminando el escritorio entre ambos,
dejó a Horacio pasmado.
Según el modo de pensar del joven, el pastor era santo y él,
indigno. No obstante, ahí se encontraba, siendo tratado como si sus necesidades
fueran , lo único importante para el pastor. Sus acciones manifestaron.
"No me considero superior a ti simplemente porque Dios me haya llamado a
servir como pastor en esta iglesia. Estoy aquí para servirte, y deseo que te
sientas cómodo ya que eres importante para mí, así como te lo demuestro
hoy."
El tormento de Horacio y su duda, comenzaron a desvanecerse. Una
sensación de descanso y confianza reconfortó su herido corazón.
Aunque el divorcio es un aspecto tan común en la vida moderna,
esto no es algo que contribuya a minimizar el dolor de aquellos que lo
experimentan. Si tienes la oportunidad, sé hoy un Pastor Hale para algún
Horacio.
Tanto tu vida como la de ellos será más enriquecida por tu
compasión.
Fuente: Amanecer con Dios
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