FARMACIAS DE GUARDIA EN LA PROVINCIA DE CÁDÍZ

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CALENDARIO

viernes, 23 de enero de 2015

BUENOS DÍAS DESDE ARCOS DE LA FRONTERA A TODO EL MUNDO

A nuestra familia le encanta come en El Ranchito, un restaurante mexicano que está cerca de nuestra casa. Afortunadamente, ir a cenar es ahora más fácil que antes. Nathan de alguna forma ya se sienta tranquilo durante la comida, pero hubo un tiempo en que le gustaba jugar resbalándose de la silla de bebé (con dos cinturones de seguridad) para esconderse bajo la mesa. Para él, era un juego. Para nosotros, era mortificador, en particular cuando gritaba "¡Mamá, Dadá!" a todo pulmón. Imaginábamos que veía el espacio oscuro como un excelente fuerte y quería que viniéramos a jugar con él. Por alguna razón, no podía entender el concepto de que teníamos que mantener una "imagen" más refinada en público. Comer papas y salsa bajo la mesa no estaba bien para papi, mami o para él. Había mucha imagen que mantener.
En los restaurantes pasan cosas chistosas. Kim me contó de su hijo de seis años quien le pregunto si podía orar cuando llegara la comida. Todos inclinaron la cabeza mientras él recitaba lo siguiente: "Dios es bueno. Dios es grandioso. Gracias por la comida y Dios, te voy a agradecer más si mami nos da helado para el postre ¡con libertad y justicia para todos! ¡Amén!"
Junto a la risa de los otros clientes que estaban cerca, el pequeño y su mamá escucharon una rara y severa observación de una mujer:
--Eso es lo malo en este país. Hoy día los niños no saben ni orar. ¡Pedir helado a Dios! ¡Qué cosa!
El niño rompió en llanto y preguntó a su mamá:
--¿Hice algo malo? ¿Está Dios enojado conmigo?
Su madre le dió un fuerte abrazo y le aseguró que lo que había hecho era algo perfeco y que Dios no estaba enojado con él.
Cuando ella consoló a su hijo, un anciano se acercó a su mesa.
Le guiñó un ojo al menor y dijo:
--Sé que Dios pensó que era una buena oración.
--¿De veras? --le preguntó el niño.
--Con todo el corazón--le respondió. Luego en un susurro teatral, añadió inclinando la cabeza hacia la mujer que había comenzado todo el asunto--. ¡Que malo que ella nunca pida a Dios helado. Un helado es muchas veces bueno para el alma.
Naturalmente, se le dió al niño un helado al final de la comida. Cuando la mesera lo puso en la mesa, él se le quedó mirando por un momento y luego hizo algo que conmovió a su familia. Tomó su helado y sin decir una palabra lo colocó frente a la severa mujer.
Con una gran sonrisa dijo:
--Esto es para usted. El helado es bueno para el alma y la mía ya está buena.
La próxima vez que sus hijos expresen su fe en una forma que usted piense que no es muy "correcta", evite la tentación de mostrarles cómo deben hacerlo. Mientras ellos honren a Dios y le muestren respeto, déjelos que se acerquen a su Padre en cualquier forma que ellos sientan natural y cómoda.
Fuente: Un Café para el Alma.

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