El valor del espacio
Si se hace una valoración de los distintos entes que nos rodean, es el espacio físico uno de los que tiene el precio o valor más versátil, y que va a depender no sólo de lo grande o voluminoso que sea sino, fundamentalmente, del sitio o lugar en el que se halle, así como del momento y de otras circunstancias accidentales u oportunistas.
En principio el espacio es de todo el mundo, pero su ocupación en un determinado momento, incluso de manera efímera, es la que está sometida a alquileres, gravámenes e impuestos que, obviamente, también dependerán de dos magnitudes importantes, dimensión y tiempo. Todo esto hace que el espacio físico, el real, se haya convertido en uno de los elementos especulativos más importante de las modernas sociedades llamadas civilizadas, que invierten cuantiosas fortunas en la construcción de grandes bloques de viviendas y rascacielos en recintos relativamente reducidos como sucede en las grandes urbes. En contraposición, en zonas deshabitadas, inhóspitas y apartadas de la civilización el espacio tiene un escaso valor, sin duda porque el adaptarse a él supone un arduo sacrificio debido a sus condiciones climáticas, riesgos de seísmos, desertización, despoblado, guerras… mientras que, por el contrario, un metro cúbico de espacio durante la celebración de un importante acontecimiento deportivo, taurino, y cualquier otro evento de la Santísima Trinidad del mundo del espectáculo, se dispara su coste de manera desorbitada por ser ocupado sólo durante un corto espacio de tiempo.
Arcos de la Frontera (Cádiz), 19 de abril de 2012
Salvador Hueso Sañudo
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