Es normal tener miedo ante lo nuevo, el miedo es una reacción natural frente
a una situación que nos toma por sorpresa y que obviamente desconocemos. El
miedo es, también, la afirmación más clara de nuestra humanidad.
Y eso lo aprendemos desde pequeños cuando damos nuestros
primeros pasos.
Para aprender a caminar, uno tiene que tropezarse, golpearse,
levantarse, caerse varias veces, levantarse y otra vez volver a caer; pero
sobre todo vencer el miedo, vencer el círculo de temores
que antecede a la primera caída…
Con el amor sucede algo parecido, uno tiene necesariamente que
equivocarse, y a veces perseverar en el error, sin escuchar a nada, ni a nadie. Y entonces uno sedescubre como
en la primera infancia, cayéndose una y otra vez, golpeándose con la misma
piedra, venciendo los más grandes temores, pero sobre todo, aprendiendo…
El mundo nos ha enseñado con razones justificadas a desconfiar,
a tener miedo de todo lo que brilla en medio de la oscuridad, a mirar con
malicia y cierto prejuicio a la mano que se extiende en la desgracia.
La frase “nadie hace nada a cambio de algo” está colgada sobre
nuestras cabezas como una Espada de Damocles y nos hace retroceder ante lo
nuevo, por más que éste de visos claros de sinceridad y honestidad moral, la
cultura de la desconfianza nos hace estar siempre a la defensiva en todos los aspectos.
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