En una expedición de caza, una familia se detuvo para almorzar.
Los niños jugaban a la sombra de un árbol, distantes de sus padres
y del resto de los adultos del grupo. De repente, el padre de uno de ellos,
pegó un salto y gritó a su hijo: “Échate al piso” y éste lo hizo
inmediatamente.
Los otros en el grupo se impactaron al saber que una serpiente
venenosa se arrastraba por el árbol lista para atacar al niño. Si lo hubiese
mordido, habría muerto. Sólo el padre del infante vio la serpiente.
Causó
asombro la respuesta instantánea del chico ante la orden del padre. Este último
explicó el amor permanente que disfrutaban y que cada vez era mayor, tomando
como punto de partida la verdad que había en cada uno.
El muchacho no vaciló ante la orden de su padre confió en él y
respondió en consecuencia a ello. El padre también esperaba que ese fuera el
proceder de su hijo.
El reposo que ambos disfrutaron más tarde ese mismo día, fue
evidencia del descanso perdurable que Dios tiene para cada uno de sus hijos a
medida que aprendemos a confiar en Él.
Dios quiere permanecer en nosotros, y anhela que permanezcamos en
Él. Esta permanencia se hace más fácil para unos que para otros.
No siempre es posible saber lo qué Dios ha planeado para nuestras
vidas, pero podemos asegurar que cualquier cosa que sea, Él está listo para
sostenernos en esa situación y capacitarnos con lo necesario para soportar,
mientras ahí Él nos quiera.
La permanencia comienza con la confianza y concluye con absoluto
descanso.
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