Una
vez una señora que acostumbraba rezar pidiéndole a dios por la paz del mundo,
por la justicia entre los hombres y por la igualdad de las personas, tuvo un
sueño muy realista.
Ella
a menudo se quejaba porque decía que se la pasaba pidiendo buenas cosas, pero
Dios nunca se las concedía.
En
el sueño se encontró caminando por una especie de mercado en el que, al final
del pasillo central, se veía un mostrador enorme, con unas pequeñas bolsitas
sobre él. Se acerco para ver de que se trataba, y el mismísimo Dios la esperaba
detrás del mostrador.
La
señora tuvo la oportunidad de decirle todo lo que le reclamaba desde hace
tiempo y de manifestar su inquietud por no conseguir lo que deseaba. La
respuesta de Dios no se hizo esperar:
-Hija
mía, lo que pides es muy bueno, pero yo, muy pocas veces entrego frutos, lo que
siempre doy son semillas. Lo que tu pides es el fruto de una semilla que tienes
que plantar en tu propio corazón y en el de los demás hombres.
Autor: desconocido
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