Atan bien fuerte al árbol una bolsa de piel con arroz, la comida favorita
del mono.
En la bolsa hay un agujero de tamaño tal que por allí pueda pasar
justamente la mano del mono,
pero una vez lleno el puño de arroz, no pueda sacarla de nuevo..
¡Pobre mono! va al árbol, mete la mano en la bolsa y la llena con la exquisita
comida.
Sí, pero… no puede sacar el puño a menos. En ese momento sale del
escondrijo el cazador; el pobre mono grita, salta, se debate… en vano.
El cazador lo apresa. Y sin embargo, el tonto mono no hubiera tenido más
que abrir la mano y soltar el botín, y estaba a salvo.
¡Ah, sí! Pero prefiere el cautiverio, prefiere la muerte, antes que
desprenderse del botín.
Cuidado, hijo, que no te aprisione también a ti el amor ávido de las cosas
materiales y te arrastren a sus cárceles las negras pasiones
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