La retirada
“Sólo los acompañaban el honor perdido y las piezas de pequeño calibre”. (General Copóns, defensor de Tarifa, en el parte de guerra del 05/01/1812 en alusión a la huida de las tropas francesas comandadas por el mariscal Víctor que habían asediado durante un tiempo a la milenaria y muy noble ciudad).
Y es que cuando no se es capaz, cuando se fracasa en sacar adelante a una empresa o desempeñar un cargo o gestión, lo mejor es retirarse y dejar el puesto a otro para que lo ocupe y dirija.
La incapacidad para afrontar una determinada actividad se ha de valorar de manera consecuente, y si no se vale para afrontar las responsabilidades que de ella puedan derivarse lo mejor es abandonarla, y no obstinarse en la misma nadando contra corriente porque, al final, acabará ahogándose tras haberla descalabrado, amén de quedar despreciado y olvidado por parte de los entes que confiaron en sus promesas y le depositaron sus intereses.
La retirada, el abandono de un puesto de gestión por razón de incompetencia del que lo tutela, le crea un sentimiento de impotencia y culpabilidad, elementos que lo acompañarán siempre, como la sombra al cuerpo, al considerar de no haber sido capaz de hacer bien los deberes en tiempo y forma, nostalgia deprimente que tardará en olvidar como un pasado indigno.
Arcos de la Frontera (Cádiz), 02 de septiembre de 2011
Salvador Hueso Sañudo
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