|     B - Domingo 17o. del Tiempo Ordinario  |   
|     Nexo entre las lecturas Uno de los principios básicos de la fe cristiana es la   "sobreabundancia" de parte de Dios para con el universo y   particularmente para con el hombre. Este principio predomina como tema de los   textos litúrgicos. En la primera lectura, a Eliseo le son suficientes veinte   panes para alimentar a cien hombres. Jesucristo, por su parte, en el   Evangelio sacia el hambre de 5000 personas con solo cinco panes y dos peces   y, además, "recogieron doce canastos llenos de trozos de pan y de lo que   sobró del pescado". Finalmente, en la segunda lectura la unidad de la   comunidad cristiana (Iglesia) es fruto sobreabundante del pan eucarístico que   llega a todos los cristianos en cualquier lugar donde se encuentren.    Mensaje doctrinal    1. Un principio básico del obrar divino. Si repasamos la obra de Dios,   la cosa más sorprendente es precisamente la prodigalidad divina con la   creación y particularmente con el hombre. Una prodigalidad que podría parecer   excesiva, si la medimos con criterios humanos. Los conocimientos astronómicos   actuales nos permiten admirar mucho más que en tiempos pasados la generosidad   de Dios con la creación. No menor admiración provocan los estudios sobre el   microcosmos de los cuerpos, en especial del cuerpo humano. ¿No es acaso cada   célula, cada neurona del hombre un prodigio y derroche de generosidad divina?   Por otra parte, el principio que ha regido la acción divina en la creación,   ha sido igualmente el principio rector de su actuación histórica. Como nos   dice san Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". La   historia, con todas y cada una de sus intrincadas vicisitudes, es la historia   sí del pecado humano, pero sobre todo es la historia de la sobreabundancia de   la gracia divina. Dios fue sobreabundante en su misericordia con el género   humano en Noé, con el pueblo de Israel en Abrahán, con la monarquía   israelítica en David, con la humanidad entera en Jesucristo redentor. La   sobreabundancia del pan en las lecturas de este domingo es una expresión más   del principio que estamos comentando.    2. Los mediadores de la sobreabundancia divina. El primer punto claro   que no se puede olvidar es que la sobreabundancia no proviene del hombre sino   de Dios. El hombre es simplemente un mediador, si bien necesario. Porque ni   en el caso de Eliseo ni en el de Jesús, Dios parte de cero: no crea el pan,   sino que lo multiplica. Dios puede partir de dos, de cinco o de veinte (la   cantidad no importa mucho a Dios), pero ha querido partir de algo. ¡Es   hermoso este querer de Dios! Como es igualmente estupendo que Dios quiera la   mediación de los hombres a la hora de distribuir su sobreabundancia. No lo   hace directamente. Yahvéh se sirvió de la mediación de Eliseo y éste a su vez   de la de un hombre de Baalsalisá. Jesucristo medió la sobreabundancia de Dios   y a su vez los apóstoles mediaron entre Jesús y la multitud. Todo cristiano,   pero sobre todo el sacerdote, es mediador de la generosidad de Dios para con   los hombres. ¡Maravilla de la gracia! ¡Reclamo a la generosidad y a la   responsabilidad!    3. Los destinatarios de la sobreabundancia divina. La sobreabundancia   divina está destinada "a la gente" (primera lectura), "a un   gran gentío, venido de todos los pueblos" (Evangelio). Dios muestra su   sobreabundancia también en el destino de la misma: no unos cuantos   privilegiados, sino todos.     Absolutamente nadie está excluido del "pan" divino por otros   "panes" o por presunción ya que el pan de Jesús (pan de cebada) es   el pan de los pobres, de la gente común. Ese pan divino es su Palabra de   vida, que vivifica a quien lo recibe; es el pan de la caridad (el cristiano   que mediante su caridad se convierte en pan para los demás) que satisface las   necesidades vitales elementales de todo ser humano, es sobre todo el pan de   la eucaristía, prefigurada en la multiplicación de los panes como nos enseña   el catecismo (CIC 1335). La sobreabundancia divina es el supremo igualador   del hombre; suprime toda diferencia, porque no hay nadie que no esté   necesitado de la generosidad de Dios.    Sugerencias pastorales    1. El pan que nos une. Sociológicamente hablando, el pan es un factor   de igualdad y de unión. Hay una gran variedad de pan, y cada país tiene sus   formas propias de hacerlo, pero es pan para todos y lo es por igual. En la   mesa del rico o del pobre, en la de un tunecino o en la de un colombiano, en   la de un banquero o en la de un albañil hay siempre pan; ese pan que es fruto   de la tierra y del trabajo del hombre. Pero en nuestro mundo actual, ¿no hay   mesas, no hay manos sin pan? No debería haberlas, porque la sobreabundancia   de pan es grande. Sin embargo, las hay. ¿Quién de nosotros no tiene en su   recuerdo esos ojos grandes, como dos hogazas, de niños hambrientos que   imploran clemencia, que suspiran por un pedazo de pan? ¿Será posible que el pan   que nos une se convierta en el pan que nos separa? El pan que nos une es   sobre todo el pan eucarístico: el Cuerpo de Cristo. Ese pan maravilloso que   evidencia en la historia la sobreabundancia del amor de Cristo hacia los que   creen en El. Ese pan se nos ofrece a todos los creyentes, día a día, semana   tras semana, en la misma mesa: el altar del sacrificio redentor. Y me   pregunto con asombro: ¿por qué los hombres, tan hambrientos de lo espiritual,   no se acercan con más frecuencia a ese "Pan divino y gracioso", que   los puede saciar?     2. Memoria y esperanza. La sobreabundancia del pan es   "memoria" de los prodigios realizados por Dios con los israelitas   durante los cuarenta años de peregrinación por el desierto en que les dio a   comer el maná, "pan de ángeles". Es necesario recordar, para   agradecer, para estar seguros que Dios sigue obrando prodigios también entre   nosotros, dándonos el pan de su palabra y de su eucaristía. Pero además de   recordar hay que esperar. Esperar que Dios lleve a cabo maravillas aún mejores.   Después del éxodo de Egipto Moisés inaugura la pascua judía, Jesús inaugura   la pascua cristiana, prefigurada en la multiplicación de los panes. El monte   Sinaí es reemplazado por el monte al que Jesús se retira a orar. A los   israelitas el mar les abrió un camino para que lo atravesaran, Jesús camina   en la noche sobre la obscuridad para darnos su luz.  |   
miércoles, 25 de julio de 2012
REFLEXIÓN DEL CONSEJO LOCAL DE HERMANDADES Y COFRADÍAS DE ARCOS DE LA FRONTERA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)




No hay comentarios:
Publicar un comentario