lunes, 13 de octubre de 2025
COMUNICADO OFICIAL | Información del traslado de Jesús Nazareno al Cementerio de San Miguel La Hermandad informa a todos los fieles y devotos que el próximo 2 de noviembre tendrá lugar el traslado de Nuestro Padre Jesús Nazareno al Cementerio de San Miguel, con motivo de la conmemoración de los fieles difuntos. 12:00 h. Inicio del traslado de ida, siguiendo el siguiente itinerario: Templo – San Juan – Alanises – Altozano – Piedra del Molino – Peña Vieja – Gavira – Puerta Carmona – Camino de las Nieves – Pozo Hondón – Alameda – Camino de Bornos – Calzada del Cementerio. La llegada de Nuestro Padre Jesús Nazareno al camposanto está prevista en torno a las 14:30 h. 16:00 h. Celebración de la Santa Eucaristía en sufragio por las almas de todos los fieles difuntos. Al término de la solemne celebración, se iniciará el traslado de regreso con el siguiente recorrido: Calzada del Cementerio – Camino de Bornos – Alameda – Peña Picada – Corredera – Cuesta de Belén – Deán Espinosa – Callejón de las Monjas – Marqués de Torresoto – Plaza Boticas – Boticas – Núñez del Prado – San Pedro, concluyendo con la recogida en nuestra Parroquia de San Pedro. La Hermandad invita a todos los hermanos y devotos a acompañar a Jesús Nazareno en este piadoso acto de fe y oración por nuestros fieles difuntos.
Si quieres reír a carcajadas mientras ves en el escenario a un Hombre y a una Mujer que exponen su visión sobre las conductas de algunos hombres y mujeres... ven al Edificio Emprendedores,este viernes 17 de Octubre o este sábado 18 de Octubre a las 21:00 h para verCUCHA, DEJA QUE TE CUENTE. Comedia.Fernando García y Noemí Cerredo os colocarán ante vuestros ojos una realidad tan cotidiana que no tardarás en reconocer. Reserva tu plaza en Papelería Camachito o llamando a los teléfonos 600796143, 609 63 05 30.
NUEVO DÍA
Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera! El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del
patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando
me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me
pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino
verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía. Levantó su cabeza, me miró y sonrió. "Sí, estoy bien, gracias por
preguntar", dijo en una fuerte y clara voz. "No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente
mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien", le
expliqué. "¿Te has mirado jamás tus manos?" preguntó. "Quiero decir,
¿realmente mirarte las manos?" Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas
hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había
observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y
me contó esta historia: "Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han
servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y
débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar,
agarrar y abrazar la vida. Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi
madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis
zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y
ásperas, hinchadas y dobladas. Se mostraron torpes cuando intenté de sostener
a mi recién nacido hijo. Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al
mundo que estaba casado y que amaba a alguien especial. Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por
el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello
y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas,
dobladas y quebradas, secas y cortadas. Y hasta el día de hoy, cuando casi
nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme,
y se siguen plegando para orar. Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero
más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando
me lleve a casa. Y con mis manos, Él me levantará para estar a Su lado y allí
utilizaré estas manos para tocar el rostro de Cristo". Nunca volveré a mirar mis manos de la misma manera. Pero recuerdo que
Dios estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa. Cuando mis manos están heridas o dolidas, pienso en el abuelo. Sé que él
ha recibido palmaditas y abrazos de las manos de Dios. Yo también quiero
tocar el rostro de Dios y sentir Sus manos en el mío. Enviado por Ricardo Hinestroza Raúl Irigoyen |