Un cuervo vio un Cisne y deseó obtener para él ese mismo plumaje hermoso.
Y al suponer que el color blanco espléndido del Cisne provenía de su diario lavado en el agua en la cual él nadaba, el cuervo dejó los altares de la vecindad donde él llevó su vida, y tomó su nueva residencia en los lagos y lagunas.
Pero a pesar de limpiar sus plumas tan a menudo como él podía, no pudo cambiarles su color.
Y tan ocupado estaba en su deseo, que por no salir en busca del alimento, falleció.
El cambio del hábito no puede cambiar la Naturaleza que se trae.
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