Le di un vistazo a la noche, y me invitó a recordar
aquellos momentos en los que la tristeza me llamaba
con sus fúnebres ramos a velar mi felicidad.
Pero como una fuerza venida de otro mundo,
algo luminoso, algo sin igual,
tú, mi amigo fiel gracias por estar; como olvidar
que tú eras mi pañuelo cuando me inundaba en lágrimas...
que tú eras mi confesionario cuando me quería descargar...
que tú eras ese castillo impenetrable que de todo lo malo me protegía...
que fuiste tú, quien peleó codo a codo conmigo
en aquellas batallas que parecían eternas, sin victoria, sin piedad.
Me levantaste cuando me creí muerto, sin esperanza alguna de sobrevivir;
me miraste y con una tenue sonrisa me dijiste “estamos vivos, hay que
seguir”.
No eres ni más ni menos que un bello ángel para mí.
No quiero tu riqueza, no quiero tu dinero, no quiero tus pertenencias,
compárteme ese ser maravilloso que hay en ti, con tu amistad me basta.
En algún momento de nuestras vidas miraremos la noche,
y nos invitará a recordar nuestra bella amistad.
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