La universidad
No creo que
haya en todo Arcos un lugar en el que se hable con tanta experiencia y sabiduría
como se hace en la placita sin nombre, de configuración a una punta de lanza,
existente en la confluencia de las calles Portugal y Guatemala de la barriada Las
Canteras. De ello son testigos inamovibles cuatro bancos de madera ─junto a una
fuente sin agua heredera de lo que fuera un pozo en otro tiempo─ sobre los que
en las despejadas y soleadas mañanas y tardes de días apacibles suelen
sentarse, entre otros, unos octogenarios zagalones depositarios del saber que
dan los años como son: Julio, Francisco, José, Diego…
Allí se habla
y se analizan con templanza y cordura asuntos variopintos: agricultura,
política y puntuales temas del diario vivir. Eso sí, con cierta cautela en
cuanto se acerca al grupo algún desconocido que agudice el oído.
A mi,
particularmente, cada vez que paso por dicho sitio, me enorgullece saludar a
ese grupo de hombres curtidos y venerables por el que siento un profundo cariño
y respeto, porque sé bien que fueron ellos, y todos los de su generación, los
forjadores de los cimientos para salir de unos años difíciles como los de la post
guerra civil del 36, tiempos aquellos en los que la hambruna y las calamidades
llamaron a la puerta de la inmensa mayoría de las familias, y por ende a las
suyas, y que posteriormente hubieron de soportar un largo periodo de austeridad
y sacrificio para disfrutar luego del bienestar social y económico que se ha tenido
hasta hace poco. Bienestar del que estoy seguro se va a retornar en breves años
si todos, sin excepción, arrimamos el hombro en la medida de nuestras
posibilidades como supieron hacerlo estos mayores.
Arcos
de la Frontera
(Cádiz), 02 de diciembre de 2012
Salvador
Hueso Sañudo