domingo, 12 de junio de 2016
ARCOS DE LA FRONTERA EN EL RECUERDO: ARCOS EN EL CINE - Los Guerrilleros (1962)
ARCOS DE LA FRONTERA EN EL RECUERDO: ARCOS EN EL CINE - Los Guerrilleros (1962): Título original: Los guerrilleros Año: 1962 Duración: 80 min. País: España Director: Pedro Luis Ramírez Guión: Antonio Mas-Guinda...
UN CUENTO...
Consejo
chino
Una vez un
campesino chino, pobre y muy sabio, trabajaba la tierra duramente con su hijo.
Un día el hijo le dijo: "Padre, ¡qué desgracia! Se nos ha ido el caballo."
"¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre, veremos lo que trae el
tiempo..."
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. "¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo."
"¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre, veamos qué nos trae el tiempo."
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se enfurecio y lo arrojó al suelo. E muchacho se quebró una pierna.
"Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!"
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
"¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!"
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que se quejaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
Un día el hijo le dijo: "Padre, ¡qué desgracia! Se nos ha ido el caballo."
"¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre, veremos lo que trae el
tiempo..."
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. "¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo."
"¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre, veamos qué nos trae el tiempo."
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se enfurecio y lo arrojó al suelo. E muchacho se quebró una pierna.
"Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!"
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
"¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!"
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que se quejaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
La moraleja
de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan
paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno, malo. Lo mejor
es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en que todo sucede
con un propósito positivo para nuestras vidas.
BUENOS DÍAS DESDE ARCOS DE LA FRONTERA A TODO EL MUNDO
Los Markovitz era una de las pocas familias judías que vivían en
un apacible suburbio de Pensilvania cuyas calles se llenaban de luces navideñas
en Diciembre. Ellos en cambio, colocaban una menorá (Candelabro judío de nueve
brazos) encendida en una ventana de su casa como recordatorio de que también
era el inicio de la Hanuka, una de sus principales fiestas religiosas.
Un día, a eso de las 5 de la mañana Judy Markovitz se despertó al
oír un fuerte ruido. Habían roto la ventana y arrancado la menorá.
Para los Markovitz fue una agresión que removió viejas heridas, ya
que los padres de Judy habían estado en el pasado recluidos en un campo de
concentración-.
Los Markovitz luego de recuperarse emocionalmente repararon la
ventana y al terminar la reparación salieron a visitar al hermano de Judy, sin
saber que sus vecinos se disponían a reparar algo más.
En la
noche, cuando la familia Markovitz regresaba a su casa, un extraordinario
espectáculo los sorprendió al doblar la calle: Casi todas las casas de la
manzana estaban adornadas con una menorá resplandeciente. La hija de la pareja,
Vicky, hoy día de 18 años, recuerda aquellas ventanas iluminadas como una señal
de compasión y solidaridad. " Fue como si todos los vecinos dijeran: Si vuelven
a romper las ventanas de ellos, también tendrán que romper las nuestras".
Compasión y solidaridad son dos joyas que necesitas hoy recuperar.
Reír con el que ríe y llorar con el que llora. Que nunca demos la
espalda al que sufre, porque tarde que temprano se nos pagará con la misma
moneda.
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