sábado, 3 de septiembre de 2011
MEDITACIÓN DIARIA
María, Señora de Misericordia La llamaron de la Merced por haber usado de la máxima caridad con sus hijos más necesitados. Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net |
Ha caído en mis manos una pequeña historia de la Merced, y me hace ilusión dedicar este mensaje de hoy a la Virgen de la Merced, un nombre y una advocación tan bellos de María, la que se apareció a San Pedro Nolasco, la que sostuvo a San Ramón Nonato y liberó a tantos cautivos. La llamaron de la Merced por haber usado de la máxima caridad con sus hijos más necesitados. Hay que trasladarse a la Europa de principios del siglo doce. El mar Mediterráneo estaba infestado de corsarios turcos y sarracenos, musulmanes fanáticos que asaltaban las embarcaciones, descendían en las costas, arrasaban casas y pueblos enteros, robaban, asesinaban, y, lo peor de todo, se llevaban cristianos al norte de Africa para venderlos como esclavos y hacerles apostatar de la fe. Ante la impotencia de las naciones cristianas, será la Virgen María, --la de siempre, la que es el Auxilio de los Cristianos--, quien intervenga, con mano suave, pero firme, y con corazón de Madre. A un comerciante rico de Barcelona le preguntan ansiosos sus familiares y amigos: - Pero, ¿qué estás haciendo, con eso de vender todos tus negocios y enseñar a ese grupo de muchachos a hacer lo mismo? ¿A qué viene el meterse en esas embarcaciones de moros con tanto peligro? Y Pedro Nolasco, sin miedo ninguno, responde a todos: - Nada. ¿Quieren ustedes venir también a rescatar de la morería a los cristianos que están esclavos? Necesito más voluntarios. Ahora interviene la Virgen. Era la noche del 1 al 2 de Agosto de 1218. Estaba Pedro Nolasco en oración, cuando aparecen los primeros destellos de una luz celestial. Y empiezan a verse ángeles y más ángeles, que vienen rodeando a una Señora hermosísima, la cual le sonríe amorosa, y le dice: - Lo que estás haciendo agrada mucho a Dios. No te desanimes. Yo te encargo ahora que fundes una Orden religiosa. Tus compañeros, imitando a mi Hijo Jesús, se entregarán a la salvación de sus hermanos, si es preciso hasta dándose en prenda por su rescate. Yo estaré con vosotros. Pedro Nolasco no duda de la presencia de María, y comunica la visión al rey Don Jaime y al consejero real San Raimundo de Peñafort, los cuales hablan con el Obispo, que se queda pasmado: - Pero, ¿es verdad lo que me dicen? Si es así, yo pongo el habito a esos valientes. Con la protección de María y la misión del Obispo, Pedro Nolasco y sus compañeros se lanzan a una empresa sin igual. Pronto se les agrega Ramón Nonato, valiente como ninguno. Se ordena de sacerdote, y marcha al norte del Africa a rescatar cautivos. Lo da todo, se queda sin un centavo, y se pregunta: - ¿Y qué hago ahora? El amor es ingenioso, y le dicta una resolución heroica. No pudiendo rescatar más esclavos, porque ya no tiene un centavo, se presenta decidido ante aquel dueño: - Aquí me tiene. Me vendo como esclavo. ¿Cuánto paga por mí? El rico no suelta dinero, y le ofrece con desdén: - La libertad de otro esclavo. - ¡Aceptado!... Y, al convertirse Ramón en esclavo, se da con ardor a predicar a los otros cautivos la fe cristiana. Pero sus nuevos dueños, para que no hable más, le cierran la boca con un candado. Ocho meses dura su cautiverio y su martirio. Al llegar el dinero para su rescate, es liberado y devuelto a España. En Barcelona se le hace un recibimiento triunfal. Y el Papa Gregorio IX le llama para hacerlo Cardenal, aunque muere apenas inicia el camino hacia Roma. Bonita historia, que tanto nos dice hoy. Mientras haya hombres, hermanos nuestros, esclavos de otros hombres, que los tiranizan injustamente, siempre la Virgen de la Merced tendrá una palabra para ellos. Mientras haya hombres, hermanos nuestros, que se han hecho ellos mismos cautivos de un vicio cualquiera, la Virgen tendrá para ellos un latido de su corazón maternal. Mientras haya una sola persona que sufre, la Virgen tendrá que desempeñar su oficio de liberadora del dolor. Son cautivos --justa o injustamente, para nosotros es igual-- tantos presos, que, en las cárceles de nuestros países, no tienen condiciones de vida dignas de una persona humana. Son cautivos de la sociedad tantos niños que pululan desarrapados por nuestras calles, ladronzuelos en tan tierna edad, sin hogar, sin escuela, sin esperanza de un puesto digno entre la ciudadanía. Son cautivas tantas mujeres, que no acaban de liberarse de las mil esclavitudes a que se han visto sujetas durante siglos, y que esperan liberación. Son cautivas tantas personas en su propio hogar, cuando en él falta el amor, y falla el marido o falla la esposa y madre, convirtiendo la casa en una cárcel o poco menos. Nosotros somos cautivos de nosotros mismos cuando no acabamos de romper lazos --fuertes como sogas o finos como hilos de seda-- que nos impiden volar libres hacia Dios. ¡Virgen de la Merced, ya ves que aún te queda algo que hacer en el mundo! Aún hay muchos esclavos que gimen entre cadenas y encerrados en prisiones tenebrosas. Si quieres liberar a tus hijos cautivos, sirviéndote de nosotros, aquí nos tienes, instrumentos fieles en tus manos de Madre. |
AUSENCIAS
Ausencias
Se abre la puerta y entra en la habitación. Justo en medio un cómodo mueble y frente a él una mesita y una taza de café. Se sienta apenas en la orilla, como cuando te sientas por un instante breve porque volverás a levantarte pronto. Junta sus manos y cruza sus dedos entre ellas y mira al frente.
- Quizás te resulte rara la manera en que me presento ahora ante ti. He irrumpido en tu habitación, en tu vida, así como otras muchas personas lo han hecho. Han virado la manija y han entrado, como yo, se han sentado aquí un instante, otros ni siquiera se han sentado y algunos otros, contadas personas, se han sentado cómodamente en esta habitación creyéndose dueños y señores de ella, de la habitación de tu vida.
- Quizás te resulte rara la manera en que me presento ahora ante ti. He irrumpido en tu habitación, en tu vida, así como otras muchas personas lo han hecho. Han virado la manija y han entrado, como yo, se han sentado aquí un instante, otros ni siquiera se han sentado y algunos otros, contadas personas, se han sentado cómodamente en esta habitación creyéndose dueños y señores de ella, de la habitación de tu vida.
Muchas son las personas que van y vienen, algunos se quedan más tiempo que otros como ya dije. No recuerdo en qué momento llegué a ti, llegué aquí, y a estas alturas ni siquiera debería aparecerme nuevamente pero lo hago, una vez más, quizás para sentirme un poco mejor por volver a tocar un instante tu vida, porque algo me dejó la vez pasada o quizás fui yo que dejé algo olvidado aquí en tu habitación, la habitación de tu vida.
Y si ni siquiera te acuerdas de mí, o de verdad nunca me has visto, no importa, yo no me quedaré más tiempo del preciso ni dejaré algo nuevo en ti, tan sólo soy la persona que camina a tu lado por la acera alguna vez y que quizás nunca más volverás a conseguirte. Dejaré de lado el hecho de que no me conoces, tal vez, y me concentraré en mi objetivo porque de verdad se me acaba el tiempo -.
Toma un pequeño sorbo de café tibio que aún reposa sobre la mesa.
- Yo fui la persona que te dijo que te amaba, que te quería o te extrañaba, aunque hoy no lo recuerdes. O quizás soy la persona que tuvo para ti alguna vez las palabras indicadas para una situación. Es difícil saber exactamente qué fui yo para ti, porque también podría decirte que te cedí mi puesto en aquel taxi, quizás fuiste tú quien me lo cedió a mí, o tú mencionaste aquellas palabras para mí.
Toma un pequeño sorbo de café tibio que aún reposa sobre la mesa.
- Yo fui la persona que te dijo que te amaba, que te quería o te extrañaba, aunque hoy no lo recuerdes. O quizás soy la persona que tuvo para ti alguna vez las palabras indicadas para una situación. Es difícil saber exactamente qué fui yo para ti, porque también podría decirte que te cedí mi puesto en aquel taxi, quizás fuiste tú quien me lo cedió a mí, o tú mencionaste aquellas palabras para mí.
Justo hoy ya no lo recordamos o quizás sí, porque por algo estoy aquí. Por algo me aparezco en tus recuerdos, por algo te apareces en los míos. No sé quién dejó su huella a quién. Pero si estoy aquí, irrumpiendo tu vida nuevamente, es porque has sido tú quien dejó huella en mí. Mi gran pregunta es si yo dejé algo en ti, si dejé algo que te recordara mi nombre o mi rostro.
¿Sabías tú que es terrible extrañar el pasado? ¿Sabías que duele cuando se aleja alguien que dejó huella en tu vida? Quizás para eso vine, para reprocharte tu silencio y tu ausencia y reprocharme la mía, porque también fui responsable de esa distancia en alguna proporción.
Entiendo que hay cosas que se quedan en el pasado, y que yo en muchas ocasiones también me quedé en el pasado, es probable que sea por ello que no me recuerdes pues borraste mi presencia de tu vida. Me convertí en el ausente o tú lo hiciste. Así se quedan nuestras habitaciones, nuestras vidas, con tan sólo un mueble y un poquito de café tibio, porque se llena todo de ausencias: ya no estoy y ya no estás.
Esos recuerdos de cuando jugábamos de niños. Las veces que me acompañaste camino a la escuela. Los regalos compartidos en navidad. Todo ha quedado tan atrás. Sobrevivimos a las ausencias de las personas que dejaron en nosotros un profundo impacto, vemos pasar años tras años y a veces sufrimos mucho por ello. Aunque hay ocasiones en que por quienes sufrimos, jamás sufrieron por nosotros -.
Mira hacia atrás, hacia la puerta que le espera y vuelve su mirada hacia delante.
- ¿Recuerdas el porqué separamos nuestros caminos? A veces me digo que existieron buenas razones y otras veces que tan sólo me hubiera gustado hacer caso omiso a ellas. No he dejado de recordarte…-.
Se abre suavemente la puerta por causa de la brisa, voltea y mira con pesar.
- El paso del tiempo jamás perdona. Es el tiempo quien se lleva las presencias que yacen en silencio y las convierte en lo que somos ahora: sólo ausencias. Estás y estarás presente en mi pasado, y algunas veces te traeré al recordar quién fuiste para mí, porque tú también visitaste la habitación de mi vida y dejaste algo de ti allí: una palabra, un gesto, un cariño. Y se quedó guardado porque no hay forma de sacar lo que dejó tu presencia en mi vida, aunque ahora sólo tenga de ti tu ausencia.
Mira hacia atrás, hacia la puerta que le espera y vuelve su mirada hacia delante.
- ¿Recuerdas el porqué separamos nuestros caminos? A veces me digo que existieron buenas razones y otras veces que tan sólo me hubiera gustado hacer caso omiso a ellas. No he dejado de recordarte…-.
Se abre suavemente la puerta por causa de la brisa, voltea y mira con pesar.
- El paso del tiempo jamás perdona. Es el tiempo quien se lleva las presencias que yacen en silencio y las convierte en lo que somos ahora: sólo ausencias. Estás y estarás presente en mi pasado, y algunas veces te traeré al recordar quién fuiste para mí, porque tú también visitaste la habitación de mi vida y dejaste algo de ti allí: una palabra, un gesto, un cariño. Y se quedó guardado porque no hay forma de sacar lo que dejó tu presencia en mi vida, aunque ahora sólo tenga de ti tu ausencia.
Te dije que si no me conocías no importaba porque no dejaría nada, pero eso no es verdad. Quizás ya no recuerdes quién fui pero ahora acabo de tocar nuevamente tu vida, me recordarás como ese visitante que llegó para hablarte del pasado que no recuerdas, y tomó café tibio contigo y quedó la huella de su mano en esa tasa, dejó su huella en tu vida… tal vez esto último era lo que pretendía, dejar algo en ti un instante antes de resignarme al olvido. El olvido me espera en tu puerta…-.
Toma nuevamente la taza de café con pena, con pesar y se le hace un nudo en la garganta. Vuelve a poner en su sitio la taza sin dejar de yacer cabizbajo.
Ausencia es la que vivo,
ausencia es lo que eres.
Si el olvido llama a tu puerta
dile: ya se fue, dile que no estoy.
Y si el tiempo abre la puerta
y el olvido me lleva con terror
recuerda mi lamento, recuerda mi dolor,
recuerda a quien con llanto nunca te olvidó
ni supo decir adiós…
Toma nuevamente la taza de café con pena, con pesar y se le hace un nudo en la garganta. Vuelve a poner en su sitio la taza sin dejar de yacer cabizbajo.
Ausencia es la que vivo,
ausencia es lo que eres.
Si el olvido llama a tu puerta
dile: ya se fue, dile que no estoy.
Y si el tiempo abre la puerta
y el olvido me lleva con terror
recuerda mi lamento, recuerda mi dolor,
recuerda a quien con llanto nunca te olvidó
ni supo decir adiós…
10/01/2010 03:56 p.m.
004. Ausencias. Colección Albor
Colaboración de Waldylei Yépez
Venezuela
Venezuela
EL POETA Y LA POESÍA SALVADOR RUEDA
Mira qué triste está el cielo,
mira qué sendas tan solas,
mira con cuánta amargura
se van quejando las hojas.
mira qué sendas tan solas,
mira con cuánta amargura
se van quejando las hojas.
FÁBULA DE ESOPO
Los ríos y el mar
Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:
-¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?
El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:
- Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas.
Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable.
NUEVO DÍA
Se cuenta de cierto campesino que tenía una mula ya vieja. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver lo que ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de analizar cuidadosamente la situación, creyó que no había modo de salvar al pobre animal, y que más valía sepultarla en el mismo pozo.
El campesino llamó a sus vecinos y les contó lo que estaba ocurriendo y los enlisto para que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo para que no continuara sufriendo. Al principio, la mula se puso histérica. Pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban paleando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos. ¡ELLA DEBÍA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA!
Esto hizo la mula palazo tras palazo. "¡SACÚDETE Y SUBE. Sacúdete y sube, sacúdete y sube!" repetía la mula para alentarse a sí misma. No importaba cuan dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, o lo tormentoso de la situación, la mula luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. A sus pies se fue elevando de nivel el piso.
Los hombres sorprendidos captaron la estrategia de la mula, y eso los alentó a continuar paleando. Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, todo por la manera en la que ella enfrentó la adversidad.
¡ASÍ ES LA VIDA! Si enfrentamos nuestros problemas y respondemos positivamente, y rehusamos dar lugar al pánico, a la amargura, y las lamentaciones de nuestra baja autoestima, las adversidades, que vienen a nuestra vida a tratar de enterrarnos, nos darán el potencial para poder salir beneficiados y bendecidos.
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