jueves, 21 de septiembre de 2023
NUEVO DÍA
El tren ha comenzado a moverse. Está cargado de gente de todas las
edades, la mayoría obreros y jóvenes estudiantes de universidad, tanto hombres
como mujeres. Cerca a la ventana se sentaba un anciano con su hijo de 30 años.
Mientras el tren se mueve, el hijo está sobrecogido de gozo,
encantado por el paisaje fuera.
"Ve, papá, el paisaje de los árboles verdes alejándose es muy
hermoso".
Esta conducta del hijo de 30 años hizo que los demás se sintieran
incómodos con él. Todos comenzaron a murmurar una cosa u otra acerca de este
hijo.
"Este
tipo parece estar loco", el recién casado Anup le susurró a su esposa.
De repente comenzó a llover. Las gotas de lluvia cayeron sobre los
pasajeros a través de la ventana abieta. El hijo de 30 años, lleno de gozo
decía: "Ves, papá, cuán hermosa es la lluvia…"
La esposa de Anup se molestó con las gotas de lluvia, ya que caían
sobre su nuevo vestido, dañándolo.
"Anup, ¿no puedes ver que está lloviendo? Usted, anciano. Si
su hijo no se siente bien, llévelo a un asilo mental pronto y no moleste a los
demás".
El anciano titubeó primero y entonces contestó en tono bajo:
"Regresamos a casa del hospital. Mi hijo fue dado de alta esta mañana.
Nació ciego y no fue sino hasta la semana pasada que recobró la vista. La
lluvia y la naturaleza son nuevas a sus ojos. Por favor, perdónennos la
inconveniencia causada".
Enviado por Kartik Bodawala, Indi
¡Cuán necesario nos es el empatizar con los demás y tratar de
colocarnos en sus zapatos! Y es que muchas veces lo que aparenta ser la
realidad a primera vista, simplemente no lo es.
Tal vez la clave consista en siempre darle a los demás el beneficio
de la duda, reconociendo que lo que hacen debe tener sentido en sus mentes y
corazones, que tal vez sea motivado por un trasfondo distinto al nuestro y que
tal vez sea solo una reacción transitoria.
Dejemos de jugar a ser Dios y aceptemos que nunca tendremos toda
la información, ni comprensión completa de situación alguna y que, al emitir
juicio debemos estar conscientes de ello. Si así lo hacemos, podremos siempre
extender una mano amiga y tierna a quien ha experimentado menos bendiciones que
nosotros. Adelante y que el Señor les bendiga.
Raúl Irigoyen.