Milenios hemos vivido bajo el liderazgo
masculino y todavía no nos cabe en la cabeza que hay otro modelo.
En una organización dirigida por mujeres, un hombre cometió un grave error. Fue
llamado por su líder (una mujer) y se acercó a ella con mucho miedo.
Sin embargo, era una reunión informal con mucha gente. Ella misma le sirvió a
él algo de té, unas galletas y delicias fritas. Después, todos conversaron
sobre diversos asuntos, la líder dándoles sabiduría y un conocimiento milenar.
El hombre se sintió feliz, contento, jubilante y totalmente engrandecido.
Al final, todos se despidieron de su líder con una ceremonia bien sencilla: se
acercaban, recibían un mensajecito y un dulce, mientras mirándole en los ojos.
Y fue en ese momento, que el hombre se percató de su error y de lo más profundo
de su corazón, prometió nunca más realizarlo.
Y nunca más lo hizo, pues había recibido la corrección del perdón y del amor,
la única que realmente funciona.
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