Igualdad para todos
De siempre he
sido crítico con el concepto igualdad al que he considerado como parte de un
convencionalismo, por estimar que en un mundo realista no existen dos cosas
iguales y menos en los comportamientos o decisiones de las personas con
potestad para la aplicación de la norma.
En mi opinión
la definición de igualdad queda relegada y sustituida por las de semejanza, parecido, similitud y otros
sinónimos que la definirían con más precisión. Y digo esto porque uno se
pregunta: ¿Hay dos cosas iguales? ¡No! ¿Existen, acaso, dos vestidos, dos
plumas de ave o dos comportamientos de personas que sean iguales? La respuesta sigue
siendo la misma. ¡No! Luego entonces el concepto de igualdad es una idea falsa
que por comodidad o conveniencia social se acepta como correcta.
Dice nuestra Carta
Magna, me parece que en su artículo 14, que “los españoles son iguales ante la
ley…” Creo que hace 34 años esa atractiva expresión era necesaria y de un
profundo calado social, tras llevarse cerca de 40 años en un régimen de
derechos y libertades más estrecho, más comprimido. Pero, desde entonces, las
cosas han cambiado mucho y la
Constitución no. ¡Bueno, sí!, por los visto a lo largo de
todos estos años se le ha sustituido una “o” por una “y”, o al revés, y los
vientos que soplan no son precisamente para frivolizar, sino para materializar
y no idealizar, unir y no separar. En definitiva, sintonizar la Ley de Leyes con las demandas
sociales, modificando o aboliendo todo aquello que perjudique a los interese
generales del país y, en consecuencia, de los ciudadanos.
Aros
de la Frontera
(Cádiz), 07 de octubre de 2012
Salvador
Hueso Sañudo
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