La ignorancia, y algo más
Se podría afirmar que la ignorancia es el mejor terruño donde enraizar ideas absurdas y estrafalarias de muchos asuntos, especialmente en aquellos individuos en los que subyacen conductas un tanto atípicas.
El desconocimiento de los principios más elementales de las leyes que rigen la mecánica, la física, química…, obviamente es un excelente caldo de cultivo para ensayar siembras de los más dispares acontecimientos que no tienen cabida en la persona culta hasta un nivel de lo que se conoce y está demostrado; sin embargo, las mentes más privilegiadas de los hombres de ciencias no son capaces de explicar muchas de las cosas que nos rodean, sencillamente porque como no se saben es imposible su explicación de una manera razonada y coherente.
A un ignorante se le puede hacer creer que hay burros que vuelan, concepto que de ninguna manera tiene cabida en la percepción de una persona culta, pero a ésta, a pesar de su sapiencia, le costará aceptar como surgió el cosmos, porque sabe bien que un sastre para confeccionar un traje necesita de género, de tela; de tijeras, aguja, hilo, jaboncillo, máquina de coser, dedal…, y de esos elementos, llamémosles principios activos, al final quedará confeccionado el pantalón, chaleco y chaqueta. Pero le costará entender y menos explicar, a pesar de la mucha sabiduría que posea, de qué lugar se obtuvo la materia que constituye nuestro planeta la Tierra y la de todos los cuerpos brillantes que pululan por el firmamento al que, por convencionalismo, se admite que es infinito.
Arcos de la Frontera (Cádiz), 25 de enero de 2012
Salvador Hueso Sañudo
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