La señora Pepita, bien equilibrada y orgullosa de sus 92 años de edad, estaba completamente lista como cada mañana a las 8 en punto, con su cabello bien peinado y un maquillaje perfectamente aplicado pese a ser casi ciega, dispuesta a mudarse hoy a un asilo de ancianos.
El
que había sido su marido durante 70 años había muerto, lo que hacía necesario
el traslado.
Después
de muchas horas de esperar pacientemente en la recepción del asilo de ancianos,
ella sonrió dulcemente cuando le comunicaron que su habitación ya estaba lista.
Mientras ella maniobraba su andador al ascensor, yo le daba una descripción
detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las sábanas y cortinas que habían
sido colgadas en su ventana.
“Me
encantan”, dijo ella con el entusiasmo de un chiquillo de 8 años al que acaban
de mostrar un nuevo cachorro.
“¡Sra.
Pepita! usted aún no ha visto el cuarto…. espere”.
“Eso no tiene nada que ver”, dijo ella.
La felicidad es algo que uno decide con anticipación.
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