NUEVO DรA

 

En el antiguo Israel los pastores usaban el aceite con tres propรณsitos: repeler los insectos, prevenir los conflictos y curar las heridas.

Los insectos fastidian a las personas, pero pueden matar a una oveja. Las moscas, mosquitos y otros insectos pueden convertir el verano en una tortura para el ganado. Por ejemplo, considรฉrese las moscas de la nariz. Si logran depositar sus huevos en la membrana blanda de la nariz de la oveja, los huevos se convierten en larvas con forma de gusano que vuelven locas a las ovejas.

Un pastor explica: «Para aliviar esta torturante molestia, la oveja deliberadamente golpea su cabeza contra los รกrboles, rocas, postes o arbusto ... En casos extremos de intensas plagas, la oveja puede matarse en un esfuerzo frenรฉtico por hallar alivio».

Cuando aparece un enjambre de moscas de la nariz, las ovejas entran en pรกnico. Corren. Se esconden. Agitan la cabeza de arriba abajo durante horas. Se olvidan de comer. No pueden dormir. Los corderitos dejan de mamar y dejan de crecer. Todo el rebaรฑo puede dispersarse y perecer por la presencia de unas pocas moscas.

Por esta razรณn el pastor unge a la oveja. Le cubre la cabeza con un repelente hecho de aceite. El olor del aceite impide que los insectos se acerquen y los animales permanecen en paz.

En paz hasta la estaciรณn del celo. La mayor parte del aรฑo las ovejas son animales tranquilos y pacรญficos. Pero durante el celo, todo cambia. Los carneros se pavonean por el prado y doblan el cogote tratando de captar la atenciรณn de la nueva chica de la cuadra. Cuando el carnero capta su mirada, levanta la cabeza y dice: «Te quiero, nena». En esos momentos aparece el novio y le dice que vaya a un lugar seguro. «Es mejor que te vayas, cariรฑo. Esto podrรญa ponerse muy feo». Los dos carneros bajan la cabeza y ¡paf! Comienza una riรฑa a topetazos, a la antigua.

Para evitar las heridas, el pastor unge los carneros. Les esparce una sustancia resbalosa, grasienta, por la nariz y la cabeza. Este lubricante hace que sus cabezas se deslicen y no se hagan daรฑo al golpearse.

De todos modos, la tendencia es a hacerse daรฑo. Y esas heridas son la tercera razรณn por la que el pastor unge las ovejas. La mayorรญa de las heridas que el pastor cura son consecuencias de la vida en la pradera. Espinas que se encarnan, o heridas de rocas, o el haberse rascado en forma muy ruda contra el tronco de un รกrbol. Las ovejas se hieren.

Por eso, el pastor regularmente, a veces diariamente, inspecciona las ovejas, en busca de cortes y magulladuras. No quiere que los cortes se agraven. No quiere que las heridas de hoy se conviertan en una infecciรณn maรฑana.
Dios tampoco.

Como las ovejas, tenemos heridas, pero las nuestras son las heridas del corazรณn que producen las desilusiones. Si no tenemos cuidado, las heridas llevan a la amargura. Y como las ovejas, necesitamos tratamiento.