Cuentan que una vez un hombre viajaba por
el océano y su barco se hundió, quedó a la deriva por varios días antes de que
milagrosamente fuera encontrado por un bote pesquero. Al recuperarse de su
pésima condición, contó el peor error que había cometido.
Al sentir una sed desesperante, bebía
agua salada, y por la sal contenida en la misma, lejos de saciarse, sentía más
sed e introducía sal y arena a su cuerpo que lo deshidrataba más.
Muchas veces cuando sentimos sed de amor,
cariño, comprensión, verdad o atención, la buscamos en cosas que lejos de
saciarnos, nos dejan peor que antes. Así, el solitario se refugia en otro más
solitario; el falto de amor lo busca en los placeres y la vida desenfrenada; el
incomprendido se refugia en vicios y mal carácter para llamar la atención.
Arturo Quirós
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