ESCUCHANDO CON EL CORAZÓN
He
desperdiciado todo mi sábado”, se lamentó John, mientras su padre le despertaba
con delicadeza.
El
tono de su voz, lastimero y angustiado, provocó una reacción instantánea en su
padre y un destello de ira emergió de él. Había sido un largo día de pintar y
colocar papel de pared en la nueva oficina de su madre y su papá estaba
extenuado. John había trabajado duro en las primeras horas del día, pero al
desaparecer la ilusión de la novedad, se sintió aburrido y finalmente soñoliento,
por lo que se acostó en un sofá, en una oficina adyacente. Ahora su padre,
Richard, lo despertaba para que todos se encaminaran a casa.
Antes
que Richard pudiese expresar una repentina retórica formada por su mente, algo
le detuvo. Vislumbró, desde la perspectiva de un niño de ocho años, lo que
significaba todo un sábado transcurrido trabajando en la nueva oficina de su
madre.
Con
renovada compasión, respondió a su hijo: “John, sé que el sábado es
precisamente el día de la semana más importante, cuando se tiene ocho años.
Aprecio tu disposición a prescindir de disfrutarlo y ayudarnos a decorar la
oficina de mamá. Ha sido un largo día y apuesto a que también estás cansado.
Sin embargo, me gustaría mostrarte cuánto apreciamos tu apoyo yendo a la tienda
de videos, camino a casa, y alquilando una película que tú elijas para que nos
deleitemos en familia. ¿Qué te parece?”
En
respuesta a la actitud amorosa de su padre, la angustia y desesperanza de John,
se transformó en euforia y dijo quietamente, “¡En horabuena, papá! ¡Me gustaría
hacerlo!
A
veces, al escuchar con nuestro corazón y no con los oídos, el amor gana y las
relaciones florecen. Por ello, Johann Wolfgang Von Goethe dice: “La corrección
consigue
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