El
folklore que rodea al famoso concertista, pianista y primer ministro polaco,
Ignace Paderewski, incluye esta historia:
Una
madre, deseando animar a su hijo a mejorar su desenvolvimiento al piano, compró
boletos para un concierto de Paderewski. Cuando llegó la noche, hallaron sus
asientos cercanos al frente del salón de conciertos y pudieron apreciar el
majestuoso piano de marca Steinway esperando en escena.
Pronto, la madre halló a una amiga con quien conversar y el niño se escurrió.
Pronto, la madre halló a una amiga con quien conversar y el niño se escurrió.
Cuando
llegaron las ocho de la noche, se apagaron las luces, la audiencia hizo
silencio y sólo entonces notaron al niño sentado en el banco del piano tocando
"Estrellita"
Su
madre tragó en seco pero antes de que pudiera retirar a su hijo, apareció el
maestro en escena y rápidamente se dirigió al piano. "No pares, continúa
tocando", le susurró al niño. Inclinándose, Paderewski estiró su mano
izquierda y comenzó a tocar la parte del bajo.
Pronto
su brazo derecho se estiraba del lado contrario, rodeando al pequeño, para
agregar un"obbligato" corrido.
Juntos, el viejo maestro y el pequeño novato mantuvieron a la multitud embobada.
Juntos, el viejo maestro y el pequeño novato mantuvieron a la multitud embobada.
En
nuestras vidas, tan poco pulidas como puedan parecernos, es el Maestro quien
nos rodea y susurra en nuestro oido, una y otra vez: "No pares, sigue
tocando". Y mientras lo hacemos, Él aumenta y suplementa hasta crear una
obra de sorprendente belleza.
Darrel
L. Anderson
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