ANUNCIO ESPECIAL
En
el periódico local de mi cuidad salió el siguiente anuncio clasificado:
“¿Existe
algún lugar en el que podamos pedir prestado a un niñito de tres o cuatro años
de edad para las fiestas de Navidad? Tenemos un lindo hogar y nos ocuparíamos
muy bien de él, devolviéndolo sano y salvo. Nosotros tuvimos un niñito, pero no
pudo quedarse, y lo extrañamos mucho cuando llega la Navidad.” -N. M
Al
leer este anuncio, algo sucedió dentro de mí. Por primera vez desde la muerte
de mi esposo, pensé en el dolor como si le perteneciera a alguien más. Leí y
releí esa carta al editor.
Algunos
meses antes, había recibido noticias desde Washington de que a mi esposo lo
habían matado mientras estaba de servicio en el extranjero. Llena de dolor,
había tomado a mi pequeño hijo y me había mudado al pueblito donde nací.
Empecé
a trabajar para ayudar a mantener a mi hijo y el tiempo había ayudado a borrar
algunas cicatrices de mi corazón. Pero en ciertas ocasiones, el dolor regresaba
y la soledad me agobiaba; especialmente para los cumpleaños, nuestro
aniversario de bodas y las fiestas.
Esta
Navidad en especial, el antiguo dolor había comenzado a revivir cuando mis ojos
avistaron el anuncio en el periódico.
“Nosotros
tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse y lo extrañamos mucho…”
Yo
también sabía lo que significaba el sentimiento de una pérdida, pero tenía a mi
pequeño hijo. Sabía cuán triste podía ser el resplandor de la Navidad a no ser
que se refleje en los ojos de un niños.
Respondí
al anuncio. El remitente era un viudo que vivía con su madre. Había perdido a
su adorada esposa y a su pequeño hijo el mismo año.
Esa
Navidad, mi hijo y yo compartimos un día alegre con el viudo y su madre.
Juntos, reencontramos una felicidad que, dudábamos, podía regresar.
Pero
lo mejor de todo eso fue que desde entonces he podido conservar esa alegría a
través de los años y durante todas las Navidades: el hombre que escribió esa
carta, meses después se convirtió en mi esposo.
N.H.Mueller
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