martes, 4 de noviembre de 2014

IZQUIERDA UNIDA-ARCOS REALIZA UN HOMENAJE AL POETA MIGUEL HERNÁNDEZ

IZQUIERDA UNIDA-ARCOS REALIZA UN HOMENAJE
AL POETA MIGUEL HERNÁNDEZ

El pasado jueves 30 de octubre tuvo lugar un homenaje al poeta Miguel Hernández en la sede de Izquierda Unida en Arcos. En el acto, varias personas desinteresadas realizaron lecturas de poemas del autor de Orihuela, que deleitaron al público asistente.
Este encuentro estuvo organizado por el Área de Cultura de Izquierda Unida, cuyo responsable es Juan Bosco Navarro, y al mismo asistieron vecinos de Arcos y de otros pueblos de la Sierra amantes de la poesía y de la trayectoria de Miguel Hernández. Por parte del Área de Cultura de IU Arcos se renovó el compromiso de realizar este homenaje cada 30 de octubre, día del nacimiento del poeta.
Reseña sobre Miguel Hernández y su obra.
Miguel Hernández nació el 30 de octubre de 1910 en Orihuela. Era el tercer hijo de los siete que tuvieron Miguel Hernández y Concepción Gilabert, el segundo varón. Miguel fue pastor de cabras desde muy temprana edad. Fue escolarizado desde 1915 a 1923.cuando inicia los estudios de bachillerato en el colegio de Santo Domingo de Orihuela, regentado por los jesuitas, Su padre rechaza la beca ofrecida para continuar sus estudios, que abandona en 1925 para dedicarse en exclusiva al pastoreo. Mientras cuida el rebaño, Hernández lee con avidez y escribe sus primeros poemas. y empieza a formar un improvisado grupo literario junto a otros jóvenes de Orihuela en torno a la tahona de su amigo Carlos y Efrén Fenoll. Manuel Molina, y José Marín Gutiérrez, futuro abogado y ensayista que adoptaría el seudónimo de «Ramón Sijé» y a quien Hernández dedicará su célebre Elegía.
Los libros serán su principal fuente de educación, convirtiéndose en una persona totalmente autodidacta. Los grandes autores del Siglo de Oro: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega y, sobre todo, Luis de Góngora, se convertirán en sus principales maestros.
En 1931 viaja a Madrid, buscando consolidarse en la creación literaria, con unos pocos poemas y recomendaciones.las revistas literarias La Gaceta Literaria y Estampa le ayudan a buscar empleo, pero el intento no fructifica y se ve obligado a volver a Orihuela el 15 de mayo de 1932. Este viaje va a permitirle conocer de primera mano la obra de la Generación del 27, así como de la teoría necesaria para la composición de su obra Perito en lunas. En 1933 se publica Perito en lunas, su primer libro. Marcha a Madrid por segunda vez para obtener trabajo, esta vez con mejor fortuna, pues logra primero ser nombrado colaborador en las Misiones Pedagógicas y más tarde le escoge como secretario y redactor de la enciclopedia Los toros su director y principal redactor, José María de Cossío, que será en adelante su más ferviente entusiasta. Colabora además con asiduidad en Revista de Occidente. Se presenta a Vicente Aleixandre y hace amistad con él y con Pablo Neruda; poesía por entonces se hace más social y manifiesta a las claras un compromiso político con los más pobres y desheredados. En diciembre de 1935 muere su fraternal amigo de toda la vida, Ramón Sijé, Al estallar la Guerra Civil, Miguel Hernández se alista en el bando republicano. En el verano de 1936 también pasa a formar parte del Partido Comunista de España. Hernández figura en el 5º Regimiento y pasa a otras unidades en los frentes de la batalla de Teruel, Andalucía y Extremadura. En plena guerra, logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que marchar al frente de Jaén. En el verano de 1937 asistió al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Madrid y Valencia, donde conoce a César Vallejo. Más tarde viajó a la Unión Soviética en representación del gobierno de la República, de donde regresó en octubre para escribir el drama Pastor de la muerte y numerosos poemas recogidos más tarde en su obra El hombre acecha. En diciembre de 1937 nace su primer hijo, Manuel Ramón, que muere a los pocos meses y a quien está dedicado el poema Hijo de la luz y de la sombra y otros recogidos en el Cancionero y romancero de ausencias. En enero de 1939 nace su segundo hijo, Manuel Miguel, a quien dedicó las famosas Nanas de la cebolla. Escribe un nuevo libro: Viento del pueblo. Destinado a la 6ª división, pasa a Madrid. Su amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela. Pero en Orihuela corría mucho riesgo, por lo que decidió irse a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Huelva. La policía de Salazar, dictador fascista de Portugal, lo entregó a la Guardia Civil.
Cuando está en prisión, su mujer Josefina Manresa le envía una carta en la que menciona que sólo tenían pan y cebolla para comer; el poeta compone en respuesta las Nanas de la cebolla. Desde la cárcel de Sevilla lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), de donde, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939. Vuelto a Orihuela, fue delatado y detenido y ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid, fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940. José María de Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela (posteriormente obispo de León en 1944), intercedieron por él y se le conmutó la pena de muerte por la de treinta años de cárcel. Pasó a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre, al Penal de Ocaña (Toledo). En 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Buero Vallejo. Allí enfermó: padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso un poema. Fue enterrado en el nicho número mil nueve del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante, el 30 de marzo.




A Ramón Sijé
Madrid, 22 de marzo de 1932

Querido Sijé:

Madrid es cruel. Acabo de llegar a casa perdido, con los pies destrozados. Desde las dos de la tarde andando con estos zapatos, los únicos, y rotos y llenos de agujeros... a la estación de Atocha a recoger dos cajas de naranjas que me han mandado mi madre y mi hermana para la señora Albornoz; con ellas al hombro me he encaminado hasta este sitio (si hubiese tenido al menos quince céntimos hubiese evitado la distancia desde la estación a la casa; la hubiese salvado en un tranvía..., pero no tenía ni esa miseria). (Alda me dice que le diga el nombre del presidente de la Diputación para escribir a su padre.) Luego me he encaminado a la de Pescador para pedirle dinero. Ya me ha dejado bastante. Como no estaba, he tenido que volver andando a casa, que dista de la suya más de diez kilómetros. Estoy casi desesperado porque no has podido recoger nada. El pelo me llega casi a la nuca. Le pedí a mi padre y me ha escrito que no me puede mandar nada. Mi madre estoy cierto que tampoco. Me dio para venirme dos duros, lo que tenía... Tengo sólo una corbata y, ¿sabes cómo le quito las arrugas?, metiéndola de noche cuando voy a dormir entre las hojas del diccionario que es el libro de más peso que tengo. Habla con Escudero Bernícola ahí: dile que escriba también a Alicante; a todo el que pueda hacer algo.

A Juan Guerrero Ruiz
Madrid, enero de 1936

Querido Guerrero:

Estoy consternado como tú por lo inmensamente triste que acaba de pasar. Me dio la primera noticia Vicente Aleixandre, que la había leído en un periódico y en seguida recibí una carta del hermano de la novia de nuestro trágico amigo en la que apenas me decía lo sucedido. Espero con ansiedad nuevas noticias que me expliquen la muerte temprana de mi hermano hace diez años, porque no acierto a comprender esta verdad terrible. Me decía aquella carta que todo había sido rapidísimo menos la agonía: entró en cama hacia el trece o catorce de diciembre con un ligero malestar de estómago - no me dicen si degeneró en peritonitis u otra cosa-, fiebre, a las siete del día de Nochebuena empeoró y a las once dejó de existir. Es espantoso, querido Guerrero. Me dicen que durante las últimas cuatro horas de su vida se dio cuenta de que se moría. Yo sé lo que sufriría en ese tiempo porque yo sé el terror que tenía a la muerte. Me dicen que no cesó de llamar a su novia a la que quería como nadie querrá a nadie en el mundo fuera de él. Todas sus esperanzas, todas sus ambiciones, todos sus amores muertos de repente. Yo lo venía presintiendo desde hace algunos años: siempre lo veía temeroso, huido, concentrado, lleno de desesperaciones, dudas y penas. Se estremecía si veía pasar un entierro, le asustaba una pequeña herida, y pensaba escribir un ensayo que iba a llamar "El matrimonio por el terror a la muerte". Todo hacía pensar que no podía durar mucho aquella vida de tremendas tempestades consigo mismo. Yo estoy muy dolorido de haberme conducido injustamente con él en estos últimos tiempos. He llorado a lágrima viva y me he desesperado por no haber podido besar su frente antes de que entrara en el cementerio.
Fíjate que me he quedado con una carta escrita para él en la que le hablaba de ese triste asunto de Sevilla.
El mismo escultor que hizo el busto a Miró ha sacado una mascarilla a Sijé, para hacerle otro y colocarlo frente al de Gabriel. Creo que no ha habido ninguna persona de Orihuela que no haya sentido y llorado su muerte. Se disputaban los muchachos amigos nuestros el ataúd. Dentro de mi corazón se ha quedado vacío el rincón mejor.
Sí, hay que hacer un número extraordinario de El Gallo Crisis, querido Guerrero. Hay que tributarle el más grande homenaje. Yo no haré nunca bastante por él.
Ve tú la manera de poder llevar a cabo eso: me encuentro en Madrid indefenso para todo. Quisiera ir a Orihuela donde tengo una madre y una hermana que suspiran por mí también y no puedo acercarme. Pero quiero que la memoria de Sijé sea enaltecida y haré los mayores esfuerzos por llegar y sacar el número final de la revista que hasta un mes me decía él volver a sacar, alentado por Juan Ramón y Manuel de Falla.
Ahora mismo voy a escribir a Juan Ramón dándole las gracias por su recuerdo de ayer en El Sol y a pedirle un poema, para empezar a tener con qué cubrir las páginas del número postrero de nuestra muerta revista.
Escríbeme, ayúdame, abrázame. Me encuentro cada día más solo y desconsolado.



A Josefina Manresa
(Madrid, 12 de septiembre de 1939)

Mi querida Josefina:

Esta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme. Prefiero lo primero y así no hago más que eso, además de lavar y coser con muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera hecho otra cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que familia menuda no me falta nunca, y a veces la crío robusta y grande como el garbanzo. Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o ellos, los piojos, acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran como elefantes esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer del mapa de mi cuerpo. ¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti, Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin toma la de la esperanza que no se pierde nunca. Así veo pasar un día y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme en nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el mundo mejor está entre tus brazos y los de nuestro hijo. Aún es posible que vaya para el día de mi santo, guapa y paciente Josefina. Aunque yo, la verdad, creo que estos amigos míos llevan las cosas muy despacio. Han estado de vacaciones fuera de Madrid y han regresado esta semana pasada. No han podido venir a verme porque ahora es imposible para todo el mundo. Es casi seguro que los veré la semana que viene. Me decías en tu anterior que guardara la ropa cuanto pudiera. No te preocupes, que si no tengo ropa cuando salga, con ponerme una mano en el occipucio y otra en el precipicio, arreglado. Así y todo procuro conservarla y uso la más vieja y todo son cosidos y descosidos y ventanas por todas partes. El pijama se me ha roto y le he puesto un remiendo que es media camisa, porque se me veía toda la parte de atrás y era una verdadera vergüenza. Por lo que a mí me pasa, me figuro lo que os pasará a vosotros y como esto siga así, me veo contigo como Adán y Eva en el Paraíso. ¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que aguantar todo lo malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque aguantar lo bueno. ¿Verdad que llegará ese día? Yo nunca he dudado de que llegará y de que seremos más felices que hasta aquí hemos sido. Esta separación nos obliga a respetar a nuestro Manolillo más que respetamos al otro. Manolillo del que no dejo de acordarme nunca.


Dentro de un mes hará un año que se nos murió. Eso de que el tiempo pasa de prisa, para nadie es más verdad hoy como para nosotros y a mí me cuesta trabajo creer que ha pasado un año desde que cerró nuestro primer hijo los ojos más hermosos de la tierra. Dios, a quien tú tanto rezas, hará que el día diecinueve de octubre lo pasemos juntos, si no hace que lo pasemos el día veintinueve de este mes. No quisiera pasar, ese día lejos de ti. Iremos a dar una vuelta al campo y si tú eres decidida, visitaremos la tierra donde nos espera. Tengo ganas de hablar contigo. La otra noche soñé a Manolillo ya con cinco o seis años de edad. Cuídalo mucho, Josefina que crezca fuerte y defendido contra toda enfermedad. Cuando te sea posible come mucha fruta y mucho vegetal, principalmente patatas. Es lo que más conviene a tu salud y a la de nuestro sin vergüencilla. No me dices muchas cosas suyas. Supongo que ya hablará más que un loro. Si supieras que ganas tengo de oír su voz: se me ríen los huesos sólo de imaginarla, con que mira lo que me voy a reír el día que la oiga de verdad. Dime el peso que tiene, que no lo has pesado hace mucho tiempo. Estoy enfadado con Manolo y con las Marianas, a ninguno de los cuatro se les ocurre escribirme unas letras. No se acuerdan de mí, que no los olvido. Dime también algo de la abuela y la tía, que tampoco me han mandado una sola letra (...). Bueno. Voy a dejar el lápiz y a esperar tu carta, a ver qué me trae de bueno. Nada. Hoy no recibo carta tuya. No me gusta que te retrases en escribirme. Vaya plantón que me he llevado al pie del que vocea el correo. No hay derecho. Espero que me digas algo de nuestra familia de Orihuela, de mi madre especialmente y de la de Pepito. Anteayer he recibido una carta de un amigo de la huerta, Trinitario Ferrer, muy amigo de mi hermano y me dice que se ve con él todos los días. Di a Vicente que le diga que por ahora no puedo contestarle, pero que me alegra mucho saber de él. Voy a terminar mi carta diciéndote que seas menos perezosa conmigo o de lo contrario no te voy a escribir en un mes. Y nada más porque no parezca larga ésta a la censura y porque hagan todo lo posible para que llegue a tus manos.
Manolillo: adiós, un beso ¡pum! Otro beso ¡pum! Otro, otro, otro, ¡pum, pum, pum!
Manolo: escribe, dejando a un lado por un rato las barbas y las perezas.
Marianas: a ser buenas y a pelearos una vez a la semana solamente.
Josefina: recibe para ti y para nuestro hijo y para nuestros hijos mayores el cariño encerrado y empiojado y... perdido de tu preso
Miguel.
¡Adiós!




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