La
luna jamás había brillado de esa manera; nunca sus lagos luminosos habían
bañado de tal forma a la oscuridad, destiñendo su negrura, hasta volverla
transparente. Yo; permanecí sentado, impactado ante tal evento, mientras mis ojos
eran calcinados por tal lucidez, lucidez que desgarraba mi cuerpo, pero
deleitaba mi alma, a tal punto que el dolor, quedaba minimizado por la belleza
de la destrucción.
-Observaba-
como destellos lunares acariciaban todo volviéndolo invisible ante mis ojos
llameantes; -Observaba- como Relámpagos púrpuras cortaban la respiración de
cada ser que me rodeaba robando de forma fugaz la fugacidad de sus almas,
mientras sus cuerpos lentamente eran devorados por la luz.
-Sabía
que era el fin.- Las lágrimas de mis ojos se
evaporaban;
Mientras
el gran espectro luminoso se acercaba a mí. Lentamente la luz fue
desapareciendo, junto con la vida de mis ojos ahora
inertes, -Estaba ciego.- Sentí como mi última lágrima se disipo entre ese
destello púrpura que nunca vi, acompañando a mi alma a su encuentro con la
nada.
Sentí
como mi cuerpo era masticado por aquel demonio blanco,
pero
jamás vi el rostro de mi acecino. Esa noche; la luz me llevo al fin, entre los
brazos de la oscuridad. “Que ironía; siempre pensé que nada era color negro”
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