UNA VIEJA MUÑECA KATY GUZMÁN CAÑAMERO

Una vieja muñeca


Aún vive en su alcoba ,
Con los ojitos azules
Y zapatitos de goma.
Un recuerdo de su infancia,
Cuando con ella jugaba,
Bendita aquella ignorancia
Que aún conserva en su cama.
Un día cambió su muñeca,
Por unos tacones nuevos,
Por vestido de princesa,
Por diadema en su pelo.
Orgullosa de su brazo,
De su amor eterno y nuevo,
Bebe de su mismo vaso,
Atrás quedaron sus juegos.
A penas se daba cuenta,
De qué su cuerpo cambiaba,
De qué crecieron sus pechos 
Y sus caderas ensanchaban.
Figura de niña hermosa, 
Reflejada en el espejo,
Con el candor de una rosa,
Sin conocer el complejo.
Amada por su amor nuevo,
Hasta de alegría lloraba,
Al gozar de aquella dicha,
La que el mundo le brindaba.
Una noche de locura,
Con gran pasión se abrazaban
Al sentir sus manos en sus pechos, 
Advirtió que algo pasaba .
Una ilusión se partía, 
Unas lágrimas brotaban,
Lloraban y no entendían,
Porque a ella le pasaba .
¿Porque se rompió el encanto
Que sus pechos realzaban?
¿Porque la invadió el quebranto
Por sus mamás malogradas?
Frío en la sala grande,
En la que manda la ciencia ,
Sala tanto de pobres,
También los de gran riquezas,
No tengas miedo mi niña!!
Que aquí esta tu amor nuevo,
Para llenarte de besos 
Y colmarte de te quieros
Como un anillo tu pelo,
Pronto volverá a crecer.
Y no pienses que el pañuelo,
Por siempre habrás de tener.
La chavala lo abrazaba,
Sin pudor y sin demora,
Recordando su muñeca,
Con zapatitos de goma.

(Día mundial del cáncer de mama)

Katy Guzmán cañamero.

FABULA DE ESOPO

El embustero

Un hombre enfermo y de escasos recursos prometió a los dioses sacrificarles cien bueyes si le salvaban de la muerte. Queriendo probar al enfermo, los dioses le ayudaron a recobrar rápidamente la salud, y el hombre se levantó del lecho. Mas como no poseía los cien bueyes comprometidos, los modeló con sebo y los llevó a sacrificar a un altar, diciendo:
-¡Aquí tienen, oh dioses, mi ofrenda!
Los dioses decidieron también burlarse entonces a su vez del embustero, y le enviaron un sueño que le instaba a dirigirse a la orilla del mar, donde inmediatamente encontraría mil monedas de plata.
No pudiendo contener su alegría, el hombre  corrió a la playa, pero allí cayó en manos de unos piratas que luego lo vendieron. Y fue  así  como encontró las mil monedas de plata.

Quien trata de engañar, termina engañado.

NUEVO DÍA

“Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el Instituto que mi abuelo había fundado a 18 millas en las afueras de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar.
Estábamos bien adentro del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mi siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine.
Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad para atender una conferencia que duraba el día entero y yo salté a la oportunidad.
Como iba a la ciudad mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes como llevar el auto al taller.
Cuando despedí a mi padre, él me dijo: -Nos vemos aquí a las 5 P.M. y volvemos a la casa juntos.-
Después de muy rápidamente completar todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me enfoqué tanto con la película, una película doble de John Wayne que me olvidé del tiempo. Eran las 5:30 P.M. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 P.M.
Él me preguntó con ansiedad: -¿Por qué llegas tarde?- Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne. Entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar. Esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: -Algo no anda bien en la manera que te he criado que no te ha dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar qué es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas a la casa y pensar sobre esto.-
Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos que ni estaban cementados ni iluminados. No lo podía dejar solo… Así que yo manejé 5 horas y media detrás de él… Viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.
Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir.
Alguien le preguntó una vez al gran Aristóteles:
- “¿Qué se gana con la mentira?”.
- “Que no te crean cuando dices la verdad” respondió el filósofo.