Dar gracias a Dios todos los
días por las infinitas bendiciones que nos ofrece nos abre el camino para que
nos lleguen más bendiciones. Cuando nos sentimos agradecidos por nuestras
experiencias pasadas y presentes, transcendemos los juicios de lo que consideramos
que está bien o mal.
Pasamos de ser víctimas a
ser conscientes de nuestro poder de elección. Podemos elegir agradecer las
oportunidades que nos ofrece la vida de aprender y avanzar o podemos
simplemente quejarnos de lo que nos ha tocado vivir. Cuando agradecemos lo que
nos sucede, le estamos diciendo: SI!!! a la vida
SI!!! estoy dispuesto a
aprender las lecciones que necesito aprender, ya sean de relaciones, laborales,
de salud, económicas o profesionales.
Sin embargo, agradecer lo
que aparentemente puede parecer un desastre es bastante más difícil que sentir
agradecimiento cuando todo nos va sobre ruedas.
Agradecer no implica negar
el dolor, pero cuando transcendemos el dolor, la rabia, etc…, agradeciendo en
medio de la situación que nos ha tocado vivir, nos abrimos a las infinitas
posibilidades que nos brinda la vida de avanzar hacia más felicidad y más
plenitud. Muchas personas han declarado que después de sufrir desengaños,
pérdidas, enfermedades, incluso vivencias tremendamente traumáticas, se han
sentido agradecidos por las experiencias que les han aportado.
La pérdida de un ser querido
les ofreció la oportunidad de valorar a los personas que aún estaban a su lado,
de agradecer los momentos vividos junto a la persona que falleció y a ser más
amorosos y tolerantes con los demás. Las dificultades económicas les ofreció la
oportunidad de apreciar lo que ya tenían y a emplear sus recursos personales
yacentes, para crear más prosperidad y abundancia en su vida.
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