En los tiempos que las monedas valían lo
que decían, un hombre misterioso le ofreció a un campesino una de dos
monedas: una de oro y otra de cobre. El campesino, sin pensarlo dos veces,
aceptó la de oro.
En la esquina, sin embargo, se encontró con ladrones. Aunque logró mantener la moneda, fue herido en la pierna y pasó a ser cojo desde esa época, pero de todos modos alcanzó a herir uno de los ladrones en el brazo. Y este fue el primer de múltiples problemas. Al saber que tenía la moneda de oro - pues contó a todos sobre el hecho - muchos le trataron de hacer trampas y algunos lo lograron; mujeres aparecieron y él se separó de la suya, para después ser abandonado por las demás. Irónicamente, nunca logró gastar la moneda de oro y vivió un año de total miseria. Al cabo del año, volvió a encontrarse con el hombre misterioso y le tiró la moneda a los pies, yéndose corriendo de ahí. El hombre, humildemente se agachaba y la tomaba del piso, cuando alguien apareció para ayudarla. Era otro campesio, éste con ojos brillantes y mucha vida. Nuevamente el hombre le ofreció las dos monedas y el campesino, tras pensar mucho, decidió tomar la de cobre. Al pasar por los mismos ladrones, les mostró lo que tenía y éstos lo perdonaron; sin embargo, notó que uno de los hombres tenía el hombro mal, así que le dio algo de su dinero - pero no la moneda de cobre - y le indicó donde podía conseguir hierbas para curarle. Agradecidos, los ladrones se fueron. El campesino ahora estaba totalmente sin dinero, pero en el camino, encontró a un hombre muy anciano que trataba de mover un burro que a su vez arrastraba varios tipos de verdura. El campesino se acercó y literalmente charló con el burro, hasta que éste se movió. Impresionado, el hombre le dio algo de sus verduras. El joven separó algo de las verduras para sí mismo y vendió otras, recuperando y doblando lo que había dado a los ladrones. Pero, al saber que tenía dinero, muchos trataron de hacer trampa y fueron los mismos ladrones que aparecieron y los ahuyentaron, dejando el campesino irse, sin problemas. Eventualmente, el campesino logró comprar más verduras, las vendió siempre doblando sus logros. En un año, era un hombre bien establecido, casi rico, completamente feliz. Irónicamente, nunca logró gastar la moneda de cobre, a pesar de su vida de abundancia. Al cabo del año, volvió a encontrarse con el hombre misterioso y le devolvió agradecido la moneda. El hombre, humildemente la aceptó y se quedó ahí esperando por la siguiente persona a quien iría ofrecer la moneda de oro y la moneda de cobre. |
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