martes, 22 de enero de 2013

BUENAS TARDES DESDE ARCOS DE LA FRONTERA


Un caluroso día de verano, un joven matrimonio y su pequeña hija de cuatro años, Susana, iban de viaje de vacaciones a las montañas por algunas semanas cuando en forma imprevista un inmenso camión que venía en sentido contrario chocó violentamente al pequeño auto en que viajaban. Los padres de la niña quedaron gravemente heridos y ella se quebró algunos huesos. Tan pronto como fué posible fueron llevados al hospital más próximo y separados en distintos centros: los padres fueron a la unidad de cuidados intensivos, y Susanita fue llevada a la unidad infantil. Como pueden imaginarse, la niña no sólo se encontraba con grandes dolores físicos, sino que además ella estaba muy asustada porque sus padres no estaban con ella para confortarla.
Gloria, la enfermera que fue asignada a Susana, era soltera y de unos cuarenta años. Ella entendió el temor y la inseguridad de la niña y procuró darle todo lo que sus padres no podían darle. Cuando Gloria terminaba su turno de trabajo, en lug ar de irse a su casa se ofrecía como voluntaria para acompañar a Susana por las noches. Por supuesto que la relación especial que estaba naciendo entre la niña y su enfermera produjo un acercamiento afectivo muy grande entre las dos. Gloria le traía galletas, libros de monitos y juguetes; le cantaba canciones y le contaba un sin fin de cuentos.
Cuando Susanita pudo moverse, Gloria la colocaba en una silla de ruedas y la llevaba a visitar a sus padres todos los días. Después de varios meses de hospitalización la familia fue dada de alta. Antes de dejar el hospital los padres agradecieron a Gloria por su devoción y tierno cuidado, y la invitaron a que los visitara. Susana no quería que Gloria se quedara e insistía en que ella se fuera a vivir con ellos. Gloria tampoco quería que su Susanita se fuera sin ella, pero su vida estaba en el hospital para niños y ella no podía dejar su "hogar". Por meses mantuvieron contacto solo vía telefónica debido a la distancia que los separaba, hasta que la familia se fue a vivir a otro país.
Después de pasar más de treinta años, Gloria ahora en sus setenta, se enfermó de pulmonía y fue hospitalizada en la unidad geriátrica del hospital cerca de su casa. Una enfermera que estaba de turno notó que Gloria recibía muy pocas visitas, así que trató de darle un cuidado especial.
Una noche cuando la enfermera estaba sentada cerca de su anciana paciente y conversaban amigablemente, le confidenció a Gloria la razón por la cual ella había estudiado enfermería. Comenzó diciendo que cuando ella tenía cuatro años, con sus padres había tenido un accidente automovilístico, y que al ser llevada al hospital conoció a una enfermera maravillosa que le había ayudado a recuperarse con tal devoción y amor. Después, continuó diciendo, había dejado el país y al crecer había decidido seguir el ejemplo de su amada y recordada enfermera, estudiando enfermería, para poder ayudar a los enfermos.
Al volver a su país y contraer matrimonio, encontraron trabajo en esta ciudad. Y por eso que ella estaba en ese lugar.
Gloria no pudo seguir escuchando, y con sus ojos llenos de lágrimas se acercó a su enfermera y le dijo: "Susanita, estamos nuevamente juntas, pero esta vez tú me estás cuidando". Susana al fijar sus ojos en Gloria de pronto pudo reconocerla. ¿Eres realmente tú?, exclamó. "Cuantas veces he pensado en ti y orado que algún día pudiéramos estar juntas de nuevo".
Cuando Gloria se recuperó, Susana sin preguntar tomó las pertenencias de Gloria y la llevó a vivir con su familia, donde llegó a ser una muy especial abuelita.

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