En una víspera de Navidad, un exitoso
hombre de negocios se apuraba a llegar a la carnicería antes de que cerraran.
- ¿Va a comprar su
pavo de Navidad? – preguntó un amigo.
- No. Hot dogs –
respondió el hombre.
Después explicó cómo,
años atrás, un fracaso rotundo en sus negocios le había quitado toda su
fortuna.
Había tenido que
enfrentar la Navidad sin trabajo ni dinero para regalos, y con menos de un
dólar para comprar comida.
Ese año, él, su esposa
y su hija pequeña dieron las gracias antes de cenar y comieron hot dogs.
- Toda una jauría de
ellos – rió.
Su esposa le había
puesto a cada salchicha, palillos de dientes que simulaban las piernas, y
pajitas para las colas y los bigotes.
Su hija estaba
fascinada, y contagió su alegría a todos.
Después de la cena
dieron gracias de nuevo por el momento más amoroso y festivo que habían tenido
jamás.
- Ahora es una
tradición – dijo el hombre.- Hot dogs para la Navidad, nos recuerda ese feliz
día cuando nos dimos cuenta de que nos tenemos los unos a los otros y de
nuestra capacidad de reír y celebrar.
Recordemos que
Jesucristo, quien dió origen a la Navidad, debe ser nuestro motivo para vivir
los valores familiares de la fraternidad y unidad.
“Porque el reino de
Dios no es comida ni bebida; sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo”.Romanos 14: 17
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