Tener muchos humos
Hoy en día, este modismo
se utiliza para designar a las personas que se comportan con altivez, vanidad,
presunción o engreimiento desmesurados. También se emplea como reproche hacia
quienes aparentan un nivel social o económico que en realidad no les
corresponde. En tales casos se suele recurrir a algunas de estas frases: ¡Vaya
humos que se gasta! Y ¡Se le han subido los humos a la cabeza! Parece ser que el origen de la expresión
proviene de una costumbre bastante común entre las familias distinguidas de la
antigua Roma, como atestigua Joaquín Bastús en su obra La sabiduría de las naciones (1862). Las familias solían colocar en el
atrio de la casa los retratos o bustos tallados en piedra de sus antepasados:
padres, abuelos, bisabuelos, hermanos, tíos... Con el paso del tiempo, las
imágenes más antiguas iban adquiriendo un color oscuro por efecto del polvo,
los humos y la contaminación. De este modo, los atrios con más imágenes
renegridas o con más humos simbolizaban un mayor poderío familiar y un cierto
tono aristocrático del que se alardeaba con frecuencia.
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